Opinión Articulistas

Toda medida

Toda medida

Efraim Castillo

(A propósito de lo que viene, que no es poco)

Cuál es la medida exacta que no llego a comprender? ¿Será la que contiene la mayor cantidad de lágrimas, la que pervierte el rojo de la flor, o la que transita el camino de la esperanza remota? Pero, ¿cuál es la medida exacta, esa que dificulta el seguirla cuando proviene del poder? ¿La que habla del amor, o la que se eleva como voz y hace posible el canto? ¿La de la consigna que enfrenta el futuro incierto, o la del capricho hegemónico que niega el presente para matar las sonrisas?.

Toda medida recorre lo ordinario: se mezcla al polvo, gime bajo la madrugada fría, embota la memoria, acompaña el vuelo del colibrí o estalla de alborozo cuando nace un niño. Pero toda medida es también cómplice de la sombra: se transmuta, se subvierte, esclaviza; se vende al mejor postor; se cuela, yergue y escapa.

Sí, toda medida presiente y avizora el lejano bullicio del trueno y es entonces cuando recrudece su discurso de siglos, permitiendo que sobreviva el desdoble, allí donde cada sentimiento se sumerge en el llanto y se estaciona en el canon, para amplificar la nueva noción de historia.

Toda medida recorre lo ordinario: se mezcla al polvo, gime bajo la madrugada fría, embota la memoria, acompaña el vuelo del colibrí o estalla de alborozo cuando nace un niño. Pero toda medida es también cómplice de la sombra: se transmuta, se subvierte, esclaviza; se vende al mejor postor; se cuela, yergue y escapa.

Porque cada demanda repercutirá en lo eterno del silencio. Por eso, no cualquier dios podrá crear la vara para medir la distancia que separa el ave del paraíso del fuego de la gehena; ni la mordedura diminuta del pez de coral del acecho de la muerte.

No habrá dios capaz de medir el memorial de agravios con el peso de una angustia, ni con la luz que rebotará desde el estanque cuando los canallas silencien sus aullidos. Toda medida, todo contenido, habrá de convertirse en un frustrado y alucinante grito para confundir el tránsito del tiempo y apaciguar la espera y angustia que taladra los corazones oprimidos; aquellos que no saben de latidos ni de la mansedumbre del reposo.

Ninguna medida interrumpirá el sueño ni alterará el ritmo de la marcha al sol, ni impondrá un estándar de rencores. Ninguna medida detendrá la caída de las lágrimas ni los colores del arcoíris frente al júbilo de la alborada.

Ninguna comparación —a excepción de la figuración sobre un arcoíris que se extingue— podrá elevarse más allá del horizonte. Ninguna equivalencia detendrá las reivindicaciones con la imposición de un orden arbitrario. Porque cada molde, cada contenido, podrá ser agitación, temblor, presentimiento, pero nunca traición ni nación sin frontera… ¡O un puñal clavado en la espalda de la historia!