Editorial

Tribulación

Tribulación

La Iglesia Católica  sufre tribulación por las denuncias de que tres sacerdotes  cometieron  abusos sexuales contra menores y de que el nuncio apostólico habría sido destituido por conducta impropia, pero si el Ministerio Público sustenta con debidas pruebas tales infracciones penales,  el orden judicial estaría compelido a  pronunciar  severa pena de prisión  y justa reparación civil.

El padre Juan Manuel de Jesús Mota, oriundo de Cutuí, quien llevaba 12 años  en la iglesia San Pedro de Constanza, ha sido acusado de violar sexualmente a por lo menos 15 adolescentes, a las que  obligaba a realizar orgías, según  la fiscal  adjunta de ese municipio, Juana María Castillo, quien investiga el caso.

Cinco de las víctimas, que hoy son mayores de edad, y el esposo de otra, radicaron formal denuncia contra el sacerdote, que  se dice  tuvo relaciones sexuales con madre e hija y  acosaba a otras jóvenes que  rehusaban sus pretensiones.

Las autoridades encaminan gestiones de extradición en contra del sacerdote polaco Wojciech Gil (Padre Gil), acusado de violar al menos a tres menores en la comunidad de Juncalito, Santiago, donde realizaba labor pastoral. Ese cura  huyó a su país, tras  enterarse de las acusaciones en su contra.

La fiscalía de Bonao  sometió  formalmente a los  tribunales al  sacerdote  Alberto Cordero, acusado de abusar sexualmente de una menor, por lo que un juez dictó en su contra un año de prisión preventiva, sentencia que fue revocada y sustituida por la de una garantía económica de 400 mil pesos.

El  embajador de la Santa Sede  en República Dominicana, Josep Wesolowski, fue despedido  repentinamente  de sus funciones diplomáticas en medio de denuncias o rumores de que  habría incurrido en conducta impropia de su sacramento, que incluyen  consumo de alcohol en lugares público, encubrir actos de pederastia o  de perpetrar abusos contra menores.

A la feligresía le corresponde orar intensamente para que el Altísimo confiera  fuerza a su iglesia y logre salir airosa  ante las inconductas y desafueros de  obispos, sacerdotes y laicos, pero  la justicia terrenal está  obligada a perseguir a cualquier mortal que incurra en el crimen  de violación o acoso sexual contra  menores.

El papa Francisco ha condenado  con firmeza ese tipo de inconducta criminal atribuido a sacerdotes en muchas partes del mundo, por lo que las autoridades eclesiásticas dominicanas están en el deber de  colaborar  con el Ministerio Público para que pederastas y acosadores sexuales sean despojados de  sus sotanas y  encerrados por muchos años en la cárcel.

El Nacional

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