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Últimos  poemas de Alfonsina

Últimos  poemas de Alfonsina

A pesar de su difícil estado de salud, la producción literaria de sus últimos años fue calificada de excelente por otros poetas del post-modernismo

Alfonsina Storni Martignoni, nació en  Capriasca, Suiza, el  22 de mayo de 1892, y murió en  Mar del Plata, Argentina, el  25 de octubre de 1938, poeta y escritora argentina del Posmodernismo.

Se suicidó en la madrugada al entrar caminando a las profundidades del mar hasta que el agua la cubriera por completo.

Su cuerpo fue encontrado en la playa al día siguiente. Sus amigos atribuyen el suicidio a los sufrimientos que le impuso un cáncer de seno.

Pero como dice la canción las cinco sirenitas la llevaron por caminos de algas  de coral hasta la paz eterna.

 

 

Días antes de quitarse la vida escribió tres poemas, uno a su hijo de 12 años de edad, otro a un amigo, y el tercero lo leerán a continuación:

Dientes de flores

Último poema antes de suicidarse.

 

Dientes de flores, cofia de rocío,

manos de hierbas, tú, nodriza fina,

tenme prestas las sábanas terrosas

y el edredón de musgos escardados.

Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.

Ponme una lámpara en la cabecera;

una constelación, la que te guste;

todas son buenas, bájala un poquito.

Déjame sola; oyes romper los brotes…

te acuna un pie celeste desde arriba

y un pájaro te traza unos compases

para que olvides… Gracias… Ah, un encargo:

si él llama nuevamente por teléfono

le dices que no insista, que he salido.

 Dolor

Quisiera esta tarde divina de octubre

pasear por la orilla lejana del mar;

que la arena de oro, y las aguas verdes,

y los cielos puros me vieran pasar.

 

Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,

como una romana, para concordar

con las grandes olas, y las rocas muertas

y las anchas playas que ciñen el mar.

Con el paso lento, y los ojos fríos

y la boca muda, dejarme llevar;

ver cómo se rompen las olas azules

contra los granitos y no parpadear;

ver cómo las aves rapaces se comen

los peces pequeños y no despertar;

pensar que pudieran las frágiles barcas

hundirse en las aguas y no suspirar;

ver que se adelanta, la garganta al aire,

el hombre más bello, no desear amar…

Perder la mirada, distraídamente,

perderla y que nunca la vuelva a encontrar:

y, figura erguida, entre cielo y playa,

sentirme el olvido perenne del mar.

Dos palabras

Esta noche al oído me has dicho dos palabras

comunes. Dos palabras cansadas

de ser dichas. Palabras

que de viejas son nuevas.

Dos palabras tan dulces, que la luna que andaba

filtrando entre las ramas se detuvo en mi boca. Tan dulces dos palabras

que una hormiga pasea por mi cuello y no intento

moverme para echarla.

Tan dulces dos palabras

que digo sin quererlo -¡oh, qué bella, la vida!-

Tan dulces y tan mansas

que aceites olorosos sobre el cuerpo derraman.

Tan dulces y tan bellas

que nerviosos, mis dedos,

se mueven hacia el cielo imitando tijeras.

Oh, mis dedos quisieran cortar estrellas.

El Nacional

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