La República Dominicana vive una atmósfera de paz que -afortunadamente- no es la llamada paz del cementerio ni la paz vivida durante la tenebrosa dictadura de los Trujillo, sino una paz con disidencia. La disidencia es equivalente al desacuerdo, y esto es muy propio de la democracia. No se concibe democracia sin disensión.
Antes de que se discutiera en el Congreso Nacional el proyecto de ley que autorizaría una reforma a la Constitución, los líderes de la oposición externaron opiniones contrarias a la modificación del texto constitucional. La ley fue aprobada el primero de octubre con el rechazo de la oposición. Un rechazo con espíritu deportivo.
Una vez aprobada, algunos diputados se ausentaron de la sala de sesiones reiterando su desaprobación al proyecto convertido en ley que declara la necesidad de una reforma constitucional. Se admite su derecho al retiro, como se admite el derecho de la mayoría a permanecer y votar favorablemente en una reunión convocada conforme a la ley.
Instalada la Asamblea Nacional Revisora, para debatir las enmiendas, un vocero de la contrarreforma proclamó que allí no había consenso. Y lo bueno era que no hubiera consenso, pero ese representante de uno de los PLD ignoraba, o fingía ignorar, que él y su agrupación representaban el disenso. Por eso había consenso.
Donde no hay disenso, es válido dudar que funcione la democracia. La disensión guarda relación semántica con desacuerdo, discrepancia, desavenencia, divergencia, disconformidad, disentimiento, oposición. Todo eso ha concurrido en los debates en torno a la reforma. La democracia es tolerante.
Sin demostrar el fundamento de su ponzoñoso rechazo a la propuesta de reforma a la Carta Magna sometida por el presidente Luis Abinader, los líderes políticos que en el pasado reciente introdujeron arreglos a la Constitución para satisfacer propósitos netamente personales, escenificaron acciones ridículas. Pero se le reconoce como derecho.
En sesiones consecutivas efectuadas el lunes 7 y martes 8, la Asamblea Nacional sancionó en primera lectura los puntos señalados por la ley número 61-24, promulgada por el presidente Abinader el dos de octubre. Pese a la aprobación, los disidentes tienen otro chance de resonancia. La Asamblea deberá reunirse el lunes 14 para una segunda lectura de la pieza.
Quiero hacer notar que entre las disposiciones aprobadas está la que indica que “…el presidente de la República electo el tercer domingo de mayo del 2024, nunca más podrá presentarse al mismo cargo ni a la vicepresidencia de la República”. Se refiere a Luis Rodolfo Abinader, el mismo que lo propuso. Así es la democracia.