Mi consejera
Casi 31 años después de ponerle como segundo nombre “Cecilia” a mi primera hija es que me entero (al visitar al maestro Google) que esta santa fue una mártir que siendo de la realeza romana se convirtió al cristianismo y por ello fue torturada y asesinada un 22 de noviembre entre el año 180 y el 230 de la era cristiana.
En 1594 el Papa Gregorio XIII la nombró Patrona de la Música. Seguí buscando, con toda la predisposición e intencionalidad de que me refiriese atributos en la santa similares a los que aprecio en mi hija como poseer una actitud positiva ante la vida, excelentes relaciones interpersonales, sentir el dolor ajeno, ser solidaria, desprendida y cuidar con pasión los animales; el hecho de que se le considere la Patrona de la Música y los Poetas me llevó a pensar que por ello mi hija, que nació un día como ayer, es un derroche de alegría y venía con el sello de ser una persona magnífica, o simplemente era una reencarnación de la santa, pero no, la Santa, salvo un instrumento musical que se supone aprendió, como todas las damas romanas en la juventud, no tuvo nada que ver con fiestas o jolgorios; de esta santa solo se destaca que no entregó su virginidad a su, supongo, desesperado marido hasta que éste no se convirtió a la fe cristiana.
De un talante excepcional, mi hija es la alegría y la empatía hechas persona, eso lo testimonian sus espacios de estudio y de trabajo.
Laura se enfrentó con entereza, hace dos años, a una dolorosa pérdida y esta superando el duelo. Cuando yo viví una crisis emocional la psicóloga me pidió que debía tener una persona como apoyo, entre terapia y terapia, y no dudé en dar su nombre. Ha sido fantástico tener una hija como ella y eso lo ha disfrutado por cada segundo de su vida el que dos años y seis meses antes de que viniera al mundo empezó a escribir “algo más que salud”.
