Los mitos que se citan sobre la Batalla del 30 de Marzo, de la cual se conmemora hoy el 178 aniversario, no empañan la valentía y la determinación de los soldados y gente del pueblo que obligaron a replegarse a la columna haitiana que pretendía tomar la ciudad de Santiago.

Los dominicanos, que ya habían obligado al Ejército haitiano a retirarse de Azua en la contienda del 19 de marzo, no dejaron que las tropas del general Jean Louis Pierrot instalaran su campamento en el Cibao.

Los generales José María Imbert y Fernando Valerio obligaron al Ejército haitiano a recular a su territorio en la segunda contienda para ratificar la independencia nacional proclamada el 27 de febrero de 1844.

Las victorias de Azua y Santiago sellaron el deseo de los dominicanos de ser libres y soberanos. Por más numeroso, entrenado y bien armado que estuviera el Ejército comandado por Pierrot no iba a doblegar la voluntad de esta nación de tener sus propios símbolos.

Pese a la resistencia nacional, invasiones posteriores confirman que los haitianos no estaban dispuestos a marcharse, sino que había que sacarlos.

En Santiago la gente estaba preparada para combatir con los medios a su alcance para preservar las conquistas alcanzadas tras 22 años de ocupación haitiana.

Esos compatriotas que lucharon para legarnos una República libre y soberana merecerán siempre el respeto de cada dominicano.

Si hoy Haití y República Dominicana son dos naciones independientes se debe a la determinación de los residentes en esta parte de la isla