Editorial Opinión

Balance 2022

Balance 2022

Con una economía que creció un 5 % en un contexto internacional adverso, 2022 no fue un mal año a pesar de la inflación y elementos perturbadores como los de la criminalidad y la delincuencia. La estabilidad macroeconómica se mantuvo y la carestía de los precios de los artículos de primera necesidad, aunque no llegó a dos dígitos, pudo ser mínimamente controlada.

En un momento determinado la inseguridad ciudadana se convirtió en la gran preocupación de la población. Los crímenes y asaltos se pusieron prácticamente a la orden del día, generándose un creciente desasosiego en todos los sectores. Había y aún hay miedo de salir a las calles por la ola delictiva que se esparce por el territorio.

Sin embargo, en el ocaso de 2022 la Policía, criticada más por los excesos del pasado, ha conseguido bajar las tensiones a través de un patrullaje más efectivo para enfrentar la delincuencia. El método incidió en que perseguidos por alegadas acciones delictivas decidieran entregarse voluntariamente antes que exponerse a perder la vida en “intercambios de disparos”.

Con todos los factores que han gravitado sobre la nación, sobre todo internacionales, el balance de 2022 resulta auspicioso. No es como para estar del todo satisfechos, pero tampoco inmerecido el reconocimiento de que son pocos los países, incluyendo las grandes potencias, que han tenido un año más o menos estable como República Dominicana.
En el contexto actual de ninguna manera se puede obviar que la pandemia sanitaria no ha pasado, además de los efectos de otras enfermedades, incluyendo los casos de cólera que se han detectado.

El país ha tenido en la solidaridad de sus hijos residentes en el exterior un valioso soporte a través de las remesas, que han ayudado a la estabilidad del peso y a la dinamización del comercio. Pero como no siempre todo está a pedir de boca, los errores en que se incurrieron en este año que toca a su fin deben servir de experiencia para construir un futuro más auspicioso.

A 2022 hay que dar gracias por todo lo bueno, pero sin ignorar la obligación de corregir o mejorar las muchas cosas que no han resultado y que, en honor a la verdad, sería prolijo enumerar.

El Nacional

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