Editorial Opinión

Buen juicio

Buen juicio

La Asociación Dominicana de Profesores (ADP) no tuvo más que ceder en su  oposición a la docencia presencial. Pudiera pensarse que se impuso el buen juicio, pero al gremio hubo que tumbarle el pulso para que aceptara integrarse desde hoy a cumplir con el sagrado compromiso de la enseñanza en los planteles escolares.

Las condiciones que puso el gremio de profesores para volver a las aulas no eran más que un simple pretexto. La seguridad, el acondicionamiento de los planteles, las medidas de protección para evitar los contagios y otras  habían sido enarboladas desde un primer momento por los ministerios de Salud Pública y de Educación como parte del protocolo sanitario.

La ADP, que reclamaba la apertura de la docencia presencial a partir del 30 de este mes, tiene que aprender la amarga lección. Que ahora los padres y tutores no envíen los muchachos a los planteles por el pánico en la población con la propagación de la covid y sus variantes son otros quinientos. Se trata, por demás, de un elemento que tienen que trabajar las autoridades educativas.

Lo mejor sería que en el conflicto no se vean vencidos ni vencedores. A fin de cuentas, cada parte tuvo, en mayor y menor grado, su cuota de responsabilidad. Había muchos sectores que favorecían la docencia presencial, pero también sociedades médicas especializadas que consideraban un riesgo la aglomeración en los planteles.

La crisis también enseñó que en lugar de confrontar se tiene que negociar. Fue fácil que a través de un encuentro las autoridades de Educación y los directivos del gremio se pusieran de acuerdo hasta para recuperar por medio de un calendario los días de clases que se han perdido. Hablando, cuando se quiere, la gente se entiende. Al aceptar integrarse a sus labores los profesores tienen que hacerlo con el mejor de los ánimos y siempre con el deseo de enseñar.

Sería muy beneficioso que en su magisterio los profesores colaboren con el proceso de vacunación para enfrentar la pandemia que el gremio señalaba como obstáculo para la docencia presencial. En ese sentido se necesita educar a la gente para que entienda que no es la inyección la que contagia, sino el coronavirus.

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