El concepto de buenos o malos padres se debate por momentos, a modo de cuestionamiento en la mente de muchos que han procreado y no están seguros de si desempeñan adecuadamente este rol.
Pero también suele ser una dolorosa ofensa de quienes rodean a estos padres y se dan el permiso de juzgar su papel, en base a hechos de los que no saben antecedentes.
Pero no es tan simple como parece, identificar unos padres buenos o malos, o encasillarlos con este calificativo, solo tomando en cuenta resultados negativos en la crianza de sus hijos.
“La comprensión de que la eficiencia parental, a la que coloquialmente nos referimos como la cualidad de “buenos” o “malos” padres, no necesariamente caracteriza a papás y mamás bondadosos y bien intencionados en contraposición a otros crueles y malintencionados; sino que a veces depende de conflictos psicológicos que escapan a nuestra conciencia y capacidad resolutoria”, explica la psicóloga clínica y psicoterapeuta, Irene García Rodríguez.

Ampliando estos conceptos, García Rodríguez explica que aunque es cierto que existen padres maltratadores y abandonantes, la experiencia clínica muestra con demasiada frecuencia resultados poco exitosos de la gestión de progenitores que guiados por su convicción de su gran amor al hijo, se muestran desconcertados debido a lo que consideran ha sido su gran esfuerzo por dedicarle lo mejor de sí mismos.
“Probablemente la mayor probabilidad de optimizar las condiciones de la familia como contexto de crianza y educación de los hijos, la tengan aquellas parejas constituidas por personas con buenos niveles de madurez psicológica y autoconocimiento de sí mismos y conocimiento del otro, que han iniciado el proyecto familiar con expectativas y acuerdos claros”, agrega la profesional.
Puede esperarse que la dinámica de sus grupos se encuentre orientada por una comunicación mucho más abierta, directa y coherente que la mayoría, propicia a facilitar los procesos del desarrollo infantil y adolescente.
La terapeuta que tiene su consulta en el Centro Vida y Familia, detalla que lo que hoy llamamos funcionalidad familiar depende en gran parte de que el proceso iniciado con la unión de la pareja en un proyecto familiar común, brinde a cada miembro del grupo la atención y la satisfacción que se espera de acuerdo a su rol y a su etapa vital.

Irene García Rodríguez
“La competencia de los padres debe orientarse a garantizar, desde las etapas más tempranas, el cuidado físico, el amor y la protección que cubran las necesidades de nutrición, salud y bienestar orgánico, así como también la confianza básica del niño en sí mismo y en el mundo que le rodea.
Pero más allá de esta atención inmediata que en alguna medida deberá variar a medida que el crecimiento vaya implicando autosuficiencia, la pareja tiene un importante compromiso con la adaptación sociocultural de los hijos”.
Concluye en que, mientras papá y mamá generalmente piensan que su bebé todavía está muy pequeño “para entender”, éste ha ido incorporando esas concepciones que no siempre están muy de acuerdo con lo que sus padres desean conscientemente decirle y enseñarle, sino más bien con lo que se hace en contradicción a lo que se predica.