En la historia de la República Dominicana, Haití siempre ha sido, si se puede calificar, una espada de doble filo.
Como vecino país, por demás, vulnerable y empobrecido, la primera mano amiga extendida de manera permanente no es otra que la nuestra, lo que en cierto modo ha contribuido a que una gran cantidad de haitianos vivan en condición ilegal en suelo dominicano y a la vista de todos, incluyendo de las autoridades.
Sin dejar de mencionar la alta carga económica, en servicios básicos, que significa para el Gobierno Un mal que se ha querido corregir pero no se ha podido, ya sea porque son solo palabras o falte mano dura, no solo para deportaciones efectivas sino, para hacerle frente a la comunidad internacional que se sacude el polvo cuando de ayudar a esa nación se trata.
Son muy lindas las palabras, pero ha faltado una verdadera acción. El Estado dominicano no tiene por qué cargar con lo que no le corresponde, mucho ha hecho y mucho ha dado, recibiendo a cambio rechazo, criticas y mal agradecimiento.
Quieren decidir sobre las políticas migratorias de aquí en beneficio de un país que, aunque duela decirlo, se está cayendo a pedazos, pero nadie abre sus fronteras para acoger a los miles de haitianos que huyen de la violencia y la crisis que asfixia lo poco que queda en esas tierras.
Y cuando en RD se intenta actuar como cualquier otro país en casos migratorios ilegales, entonces se convierte en el villano del cuento.
Ya lo dijo el presidente Luis Abinader: “La política migratoria de cada país es potestad de cada Gobierno”, al rechazar las declaraciones de Volker Türk, alto comisionado de las Naciones Unidas para los derechos humanos, quien pidió se paren las deportaciones de haitianos. ¡Qué tupé el de este señor! Cada cosa en su lugar, la verdad debe ser dicha como es y no como como la quieren pintar.
Haití necesita más ayuda con urgencia y la de Dominicana no es suficiente, aquí también tenemos nuestras penurias, y son muchas.
Atentamente,
Yesika Florentino
Periodista