¿Se inició en el año 2006 una nueva era en la educación dominicana? El más reciente Estudio Internacional Comparativo indica que, en materia de calidad, está por debajo de la que se ofrece en otros países pobres. Pero además, es obvio que no hay cambios significativos. En aspectos básicos como el nivel salarial y las condiciones de trabajo del personal docente, el suministro de materiales y equipos y las condiciones de los planteles, se nota que lo nuevo no ha llegado al sistema educativo. ¿Por qué pensar, ahora, que con un proyecto piloto y algunas asesorías contratadas en el exterior, el presidente Leonel Fernández encabezará el inicio de una revolución educativa?
No es novedosa la aplicación de programas piloto, y no lo es tampoco la puesta en marcha de proyectos generales de reforma cuyo alcance resulta limitado, pues no mejoran la calidad de la educación que reciben las mayorías.
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Durante el período 1996-2000, el gobierno encabezado por Leonel Fernández convirtió en lema el anuncio: ¨Ha llegado la hora de la escuela. Concluyó, sin embargo, la gestión sin que los relojes marcaran efectivamente la llegada de esa hora. En el gobierno encabezado por Hipólito Mejía, la encargada de la Secretaría de Educación, la entonces vicepresidenta Milagros Ortiz Bosch, igual que otros funcionarios, puso gran empeño en justificar la disminución de la asignación presupuestaria para el sector en el año 2001. Esto en un gobierno con rostro humano. Pruebas hay, entonces, de que no son las proclamas y las frases cohetes la receta para mejorar el sistema educativo en términos de calidad y cobertura.
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La marginación y la exclusión son situaciones creadas por la desigualdad social, y cuando no hay equidad en la distribución del ingreso y la riqueza, los sectores no favorecidos en términos materiales no lo son tampoco en términos de capacitación y acceso al conocimiento.
La brecha digital por cuya existencia el doctor Leonel Fernández dice estar preocupado es consecuencia de la enorme desigualdad, de la enorme brecha social y económica.
La Ley General de Educación, aprobada en 1997 con todas las limitaciones que impusieron sectores de poder encabezados por la Iglesia Católica, 11 años después, sigue siendo violada no sólo en lo relativo a la inversión en el sector, también en lo que se refiere a calidad y cobertura del servicio.
Del mismo modo que las ideas hostosianas no llegaron a las mayorías en la sociedad eminentemente rural de finales del siglo XIX, no porque el maestro antillano no lo deseara sino porque en un medio en el que más de la mitad de las personas adultas no tenían dominio de la lectura y la escritura o no tenían, sencillamente, la mínima noción de ello, en proyectos posteriores las condiciones materiales y la cultura creada han impedido que las ideas superadoras penetren y que el dominio de las nuevas técnicas se convierta en una realidad colectiva.
Los ejemplares que todavía se conservan de la Revista de Educación (una publicación de la Secretaría de Educación) revelan que a principios del siglo pasado un número reducido de educadores teorizaban sobre concepciones pedagógicas y sobre metodología educativa.
La participación de escuelas superiores y educadores extranjeros es también una práctica tradicional.
En la Era de Trujillo, en 1938 vino al país la llamada Misión Pedagógica Chilena, integrada por Luis Gadalmes, historiador y pedagogo; Oscar Bustos, profsor de Psiología y de Pedagogía, y César Bunster, abogado y profesor de Lengua Española y posteriormente vino el profesor Gantes Arestizabal, también chileno, quien organizó las escuelas técnico-industriales masculinas y femeninas.
Y, sin consignar en detalles sus aportes y su actividad, hay que mencionar docentes y directores dominicanos y extranjeros con nombres muy conocidos, como Palacín, Pedro y Max Henríquez Ureña y Amós Sabrás.
En sus trabajos teóricos y en su práctica docente, estos profesores y otros posteriores, han hecho acopio de los mejores trabajos.
Pero no ocurría lo mismo en el entorno en que vivieron.
Con la Universidad de San José de California, fue concebido a finales de la década de 1960 el proyecto educativo concebido por los interventores de 1965, y debido al rechazo que generó en los sectores intelectuales, fue resumido y aparentemente replanteado en la reforma educativa de 1970.
Ahora, Leonel Fernández anuncia una revolución a partir de un proyecto coordinado con otra universidad de Estados Unidos.
Cuando en el Centro de Excelencia de Educación Media República de Colombia y en otros centros las condiciones físicas no son buenas, hay carencia de materiales y equipos, las condiciones de trabajo para los docentes son pésimas y se sacrifica la calidad académica en aras de conseguir altos porcentajes de promoción, hay que decir que el ensayo es otro intento de disfrazar de novedoso lo que no califica siquiera como pieza distinta.
El mismo presidente que anuncia una revolución, se propone dejar los salarios deprimidos en la base mientras los sueldos crecen sin control en la cúpula del sistema.
Y la inequidad en el sistema se integra a la que existe en el entorno, afectando a los actores del proceso enseñanza-aprendizaje, cuya situación no puede ser descrita en los términos en que lo hace Leonel. ¿Se habrá visto revolución que no desmonte la injusticia, no contribuya a la superación del ser humano y no alcance a las mayorías?