París.- Casi un tercio de la población mundial sigue cocinando con sistemas rudimentarios de fuegos abiertos que no sólo le provocan muchos problemas de salud, sino que quitan mucho tiempo y eso se puede solucionar con menos del 1 % de las ayudas públicas para amortiguar los precios de la energía en 2022.
En un informe publicado este miércoles, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) y el Banco Africano de Desarrollo (BAD) calculan que cambiar ese tipo de cocinas que utilizan como combustible carbón vegetal, leña, carbón, residuos agrícolas o estiércol de aquí a 2030 tendría un costo anual de 8.000 millones de dólares.
Sustituirlas por otras limpias de gas, electricidad o gas de petróleo licuado cambiaría la vida a los 2.300 millones de personas que utilizan sistemas primitivos que contaminan el aire interior y que causan 3,7 millones de muertes prematuras al año y hacen de ésta la tercera principal causa de muerte prematura en el mundo.
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Esas cocinas rudimentarias, subrayan los autores del estudio, suponen en especial una carga sobre las espaldas de las mujeres, ya que son ellas las que normalmente se ocupan de la preparación de las comidas y del aprovisionamiento del combustible para hacerlas, lo que representa una media de cinco horas al día.
La consecuencia es que muchas de ellas se ven privadas de educación y de empleo, o de lanzarse a una actividad que les podría permitir alcanzar la independencia económica, con todo lo que eso conlleva.
PROGRESOS LENTOS Y CONCENTRADOS EN ASIA, NO EN ÁFRICA
La AIE y el BAD constatan que en la pasada década, el progreso en la extensión del acceso a lo que se llama una “cocina limpia” ha progresado poco, y en realidad ese avance se ha concentrado en unos pocos países, en especial de Asia.
Así, desde 2010, en China, India e Indonesia se ha reducido a la mitad el número de personas con sistemas de fuego abierto dañinos. La otra cara de la moneda es África, donde ha seguido aumentando la cifra de los que no disponen de un sistema más moderno y no contaminante.
De hecho, los autores del estudio advierten de que si no hay un giro para modificar las tendencias actuales, en la mayor parte de los países de ese continente no se habrá completado la transición a unas “cocinas limpias” ni siquiera en la década de 2050.
Dar el paso a una universalización de esas “cocinas limpias” para 2030 es uno de los objetivos del desarrollo sostenible de la ONU y cumplirlo necesita que cada año, de aquí hasta entonces, se consiga que 300 millones de personas tengan acceso a nuevos dispositivos que eviten los problemas de insalubridad.
El director ejecutivo de la AIE, Fatih Birol, hizo hincapié en que este estudio muestra que lograrlo necesitaría “sólo una pequeña parte de lo que el mundo dedica a la energía cada año. Combatir esta injusticia es asequible y alcanzable».
Los beneficios, según los autores del informe, serían “inmensos”, empezando por el hecho de que se reducirían en 2,5 millones cada año las muertes prematuras a causa de la mala calidad del aire interior. Además, las familias -en su inmensa mayoría de los casos, las mujeres- evitarían dedicar cada día una media de 1,5 horas al día a la cocina, un tiempo que podría dedicarse al trabajo o a la educación.
En términos globales, ese tiempo sería anualmente equivalente al de las horas de trabajo de un país como Japón. Y eso, además, iría acompañado de un recorte de las emisiones de carbono de 1.500 millones de toneladas anuales, un volumen similar al generado por todos los barcos y los aviones.