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Catalejo: Ludopatía y salud mental

Catalejo: Ludopatía y salud mental

Anulfo Mateo Pérez

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Así como ocurre con las drogas ilícitas, por ejemplo la cocaína, o la ingestión de alcohol, en el juego de azar y las apuestas compulsivas, el ludópata puede recurrir a esa práctica estimulando los sistemas cerebrales de recompensa y ocultando su comportamiento.

El adicto al juego puede hacer apuestas continuamente y sin límites, por lo que en algunos casos, por sugerencia de familiares o amigos, el enfermo pondera alejarse del juego y acudir al psicoterapeuta.

Al perder sus ahorros, bienes familiares y entrar en conflictos por una conducta delictiva, el jugador compulsivo tras el apoyo para que acuda al profesional de la salud mental, puede reflexionar y visitarlo.

Contrario a una buena parte de los apostadores ocasionales, que se detienen cuando pierden o que establecen un límite para perder, las personas con ludopatía carecen del autocontrol y racionalidad.

En cierto momento el jugador compulsivo no puede evitar seguir la adicción, aunque su familia trate de persuadirlo para que no lo haga; su afán es recuperar el dinero, lo que profundiza sus males e ilícitos.

Algunos ludópatas logran por sí solos la remisión parcial de sus síntomas, incluso la compulsión por jugar, pero luego tienden a recaer de forma recurrente de no recibir la asistencia psiquiátrica.

Aunque se recupere, el enfermo no debe regresar al juego con la convicción de que logrará controlarse; jamás podrá tener voluntad para el límite de sus apuestas si vuelve a esa práctica, y tendría que retornar al psicoterapeuta.

De modo que el ludópata no debe desdeñar el apoyo ofrecido para dejar su adicción y es una regla de oro mantener la terapia ofrecida por el psiquiatra y/o el psicólogo, hasta que la remisión de su enfermedad sea total y definitiva.