Por Narciso Isa Conde
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Como que no es tan así. Porque hay teclas que no se deberían tocar. Una de ellas -no la única- fue la tecla del Tesla. No se trata de cualquier cosa, aunque impere una especie de conspiración del silencio mediática sobre su real significado.
De pronto se celebró y proyectó en grande, eludiendo el fondo del asunto, que el Presidente Abinader escogiera como automóvil presidencial un Tesla, todo eléctrico, alimentado por energía solar y valorado en 112 mil dólares. Un fracatán de dólares le hubiera costado al consorcio Tesla del magnate Elon Musk -comprometido con el golpe en Bolivia- lograr la fabulosa promoción publicitaria proyectada por esa insólita decisión presidencial.
Todavía no se sabe si se trató de una donación, una compra puntual o un convenio para adquirir una flota de esa línea automotriz. Está claro que el nuevo gobierno, despojado de la más mínima transparencia, le facilitó a Tesla una singular y valiosa publicidad para promover su marca en el mercado capitalista local y mundial.
La discusión no es sobre la calidad y pertinencia de la mercancía, sino sobre la manera como se introduce aquí y como se promueve acompañada de un enorme rebote regional y mundial.
La solemnidad institucional de la ceremonia de traspaso de mando ha sido gravemente enturbiada, dado que los fabricantes del carro han hecho un gran negocio, aun lo acontecido se quede solo en promoción y publicidad no pagada (¿??), evidentemente consentida por el presidente Abinader.
Cualquier suma erogada para la compra de ese Tesla se torna microscópica frente a los beneficios del consorcio y esa realidad genera obligatoriamente enormes dudas y justificadas sospechas, que para ser despejadas deberían darse explicaciones muy precisas y consistentes, lo que no se ha hecho. Todo sigue en la oscuridad y todo por tocar una tecla que jamás debería pinchar un primer mandatario de una República que se respete.
Otra tecla intocable debió ser la anunciada designación de nuevo director del Banco de Reservas, porque no es ni prudente ni delicado nombrar en ese cargo a quien asumió las funciones de jefe de las finanzas de la campaña presidencial del PRM; en la que mal contado se gastaron 904 millones de pesos, de los cuales más de 700 millones son donaciones de empresas y empresarios amigos del Presidente, entre ellas una porción minoritaria a título de préstamos.
Seis de los donantes ocupan cargos relevantes en el nuevo tren gubernamental. ¿Otras facetas de la política como negocio?