Las grandes marchas y encendidos discursos que caracterizaban la celebración del Día Internacional del Trabajo son un asunto del pasado.

Hoy ni siquiera existen sindicatos ni las poderosas confederaciones y dirigentes que movilizaban a la clase trabajadora no solo para exigir reivindicaciones, sino para denunciar las condiciones laborales.

Eran celebraciones marcadas con un mayor acento político que sindical. Sin embargo, el Día del Trabajo, que se celebra en honor a los trabajadores de Chicago masacrados durante una huelga en reclamo de la jornada de 8 horas, será siempre una fecha memorable.

Los gobiernos y las organizaciones patronales suelen reconocer los aportes de la clase trabajadora al proceso de desarrollo. E incluso la fecha suele aprovecharse para anunciar mejoras en las condiciones de trabajo.

Todos reconocen y rinden tributo a ese ser que en los tiempos modernos brinda su fuerza o sus conocimientos a cambio de un jornal. A diferencia de otros tiempos, el concepto y las relaciones laborales se han transformado considerablemente. El trabajador jamás podrá ser reemplazado por robots ni las más sofisticadas tecnologías.

Son muchas las áreas productivas en las que el trabajador es imprescindible, a pesar de los grandes avances tecnológicos.

Fechas como las de hoy serán siempre propicias para proclamar la necesidad de unir voluntades a favor del bienestar y el desarrollo de todos los que intervienen en el proceso de producción de bienes y servicios.