Editorial

Cuidado

Cuidado

La ejecución de tres jóvenes en Santiago por supuestos sicarios del narcotráfico y el asesinato de un capitán de la Policía en el barrio Las Cañitas, de la capital, constituyen ominosos nubarrones sobre una espiral de delincuencia y criminalidad que las autoridades deben afrontar cuanto antes.

Johnny Viloria (Cirito); Braulin Díaz (Juan Melena) y Ángel Báez, fueron abatidos en el sector Quinigua, de la comunidad de Jacagua, por dos sujetos que los persiguieron desde el local de un punto de venta de drogas hasta cerca de un arroyo, donde los ejecutaron a balazos.

En relación con este triple crimen la Policía maneja la tesis del sicariato, al informar que persigue a cuatro individuos relacionados con  el hecho y a otros dos que habrían ejecutado a los jóvenes.

El capitán William Méndez Ramírez, de 54 años, fue asesinado a balazos en la madrugada de ayer frente a una vivienda en un callejón del sector Las Cañitas, al noreste de Santo Domingo, virtualmente controlado por bandas de narcotraficantes.

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Aunque se resalta que las autoridades  han decomisado en lo que va de año cerca de diez toneladas de cocaína provenientes de Sudamérica y con destino a Estados Unidos y Europa, convendría  poner atención al evidente auge del microtráfico y su secuela de crímenes.

En un reportaje publicado ayer por El Nacional se revela que  bandas de delincuentes que operan en Las Cañitas y sectores aledaños obligan a comerciantes y a motoconchistas a pagar cuotas de mil 500 pesos semanales a cambio de “protección”.

El presidente de la Fundación Niños por una Esperanza, Pablo Ureña,  denunció que traficantes de drogas en diferentes sectores de Santiago Oeste  emplean menores en venta y transporte de drogas, clara señal del drama humano que representa este flagelo, más aún porque son esos niños y adolescentes los apresados con mayor frecuencia por la Policía y la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD).

Prevalece el riesgo de que las tragedias ocurridas en Las Cañitas,, de la capital y en Jacagua, de Santiago, se repliquen en otros muchos barrios  y sectores, donde el microtráfico sigue en auge  y las bandas de narcotraficantes asesinan, extorsionan y toman a sus residentes por rehenes.

El Nacional

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