Opinión

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En estos días, las acciones principales de un fraude no se ejecutan en el centro de cómputos, y ni siquiera en la mesa electoral con las famosas actas como todavía creen muchos. Aunque, debo reconocer que durante las elecciones congresuales y municipales del 2010 hubo fraudes de viejo tipo: alteraciones de actas, desaparición de urnas y decisiones arbitrarias y parcializadas del tribunal electoral como ocurrió en la disputa por la senaduría de Pedernales y  la de San José de Ocoa.

Además, siempre existe la posibilidad de un “juntazo” o de la manipulación informática para alterar flujo de datos. Pero, con la supervisión técnica del OEA al centro de cómputos y el acceso de especialistas en informática de la oposición a la gestión de dicho centro, se haría muy cuesta arriba intentar aventuras en ese nivel.

Pero, tampoco hagamos de la tecnología un mito y reconozcamos que cuando la competencia electoral es muy cerrada los incentivos para el comportamiento fraudulento son grandes.

Ahora bien, pese a su adicción al poder, supongo que el PLD no intentara hacer un fraude burdo, de viejo tipo, como, por ejemplo, el cometido por el gobierno de Medvedev, en Rusia, en apoyo a su candidato Vladimir Putin en las elecciones de diciembre pasado.

En República Dominicana, el gran fraude está en marcha. Ahora, los fraudulentos no esperan al día del sufragio. El fraude consiste en el uso detallado, sistemático y masivo de los recursos financieros, logísticos y de coacción del Estado a favor de Danilo Medina.

Control casi completo de la televisión. Politización de los programas contra la pobreza. Designación de ministros y funcionarios de alto nivel como jefes de campana en cualquier provincia o municipio.

Se trata de un fraude de cobertura total y cuyo combate no se puede hacer por los medios y estilo tradicionales.

El PRD, lamentablemente, no le ha prestado debida atención a ese efectivo fraude de nuevo tipo. Usar los recursos del Estado en campaña no es novedad, pero la escala y sistematicidad con que se hace ahora, sí que es nuevo y subversivo.

El Nacional

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