La vacuna contra el coronavirus, que por demás sea asequible a todas las personas, representa la principal demanda de todos los países.
El ansia es lógica porque la fórmula contribuirá a normalizar las actividades sociales, culturales, deportivas y económicas.
En la carrera por la vacuna Rusia se ha adelantado con la presentación de la Sputnik V, desarrollada por científicos, cuyo registro fue anunciado por el presidente Vladimir Putin. Pero el medicamento ruso ha sido acogido con escepticismo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ni la comunidad científica están convencidos de la eficacia del ensayo.
Mientras los rusos proclaman una aparente victoria en la investigación, el presidente estadounidense Donald Trump anunció que a más tardar en noviembre su país tendría disponible una vacuna contra la covid-19.
Cunde el temor de que la competencia por la vacuna se convierta en una guerra entre las potencias para desacreditar los resultados. El problema es complejo, pero por humanismo las potencias deberían aunar sus investigaciones para elaborar una vacuna no solo eficaz, sino que tampoco despierte dudas.
