Editorial Opinión

Duele en el alma

Duele en el alma

La Asociación Dominicana de Profesores (ADP) suspendió el viernes la docencia en todas las escuelas públicas de manera unilateral para celebrar asambleas de afiliados en sus 155 seccionales, como si los intereses de ese gremio estuvieran por encima del derecho de los estudiantes a la educación.

Valdría la pena preguntar ¿qué ocurriría en términos de conflicto laboral si aalgún sindicato o asociación se le ocurre paralizar labores a nivel nacional en una empresa de servicios financieros, telecomunicaciones o eléctrica, o de cualquier naturaleza, con el pretexto de celebrar reuniones o asambleas?.

En una unidad empresarial se cuantificarían las pérdidas por ausencia laboral, lo que no ocurre en el ámbito educativo estatal, pero conviene resaltar que los contribuyentes aportan cada año al menos 275 mil millones de pesos para la educación, que incluye pago de salarios a los maestros.

Duele en el alma que la directiva de ese gremio disponga el cierre de docencia, aun sea por un solo día, con la indigna justificación de coordinar lo que sería una segunda fase de movilización en procura de más aumento salarial, sin dedicar siquiera un minuto a mejorar la calidad de la enseñanza.

La ADP podría convocar a sus afiliados a congregarse durante los fines de semana o quizás cubrirse con la promesa de que completarían el calendario escolar con la reposición de las horas conculcadas, pero parece que a ese gremio no le interesa algo más que exageradosreclamos.

Las puertas de las escuelas volverán a cerrarse el próximo viernes porque la ADP convocó a los maestros a una manifestación frente al Ministerio de Educación y otra para el 7 de junio en el Palacio Nacional y cualquier otro dia que le venga en ganas. Así no se puede.

Los colegios privados, que representan el 25 % de la población estudiantil básica y preuniversitaria, están inmersos en retroalimentación académica o exámenes finales, pero en el sector público educativo no hay forma ni manera ni para evaluar el desempeño de los docentes.

La escuela pública atraviesa por su peor momento, atribulada por la mediocridad, improvisación, desorden académico y administrativo, dispendio o derroche de recursos y, para colmo, prisionera de un modelo sindical obsoleto y abyecto, al que no parece importarle el destino de los hijos de familias que malviven en la miseria.

El Nacional

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