Opinión

EDITORIAL: Tirios y troyanos

EDITORIAL: Tirios y troyanos

Hay que suponer que el liderazgo político aun no pierde el juicio y que tendrá suficiente sensatez como para encaminar sus controversias por senderos de tolerancia y uso irrestricto de los resortes del ordenamiento jurídico en el amplio espacio democrático donde debe asentarse el anhelado estado social de derecho.
El partido oficialista se desangra por el absurdo de grupos enfrentados de remendar propias heridas con jirones de la piel de sus compañeros, sin darse cuenta que en ese afán suicida también descuartizan a la todavía endeble economía nacional.
La oposición política se involucra en ese teatro de confrontación irracional a favor o en contra de tirios o troyanos, en busca quizás de un tesoro político extraviado, pero se arriesga a compartir culpas o asumir responsabilidades si, por tanto desenfreno, arde Troya.
La advertencia telefónica del enviado del imperio, más que efecto disuasivo, ha resultado en combustible sobre fuego, a juzgar por el áspero discurso del vocero presidencial y las consiguientes respuestas despachadas desde la acera de enfrente, clara señal de que se intensifican los vientos de tormenta política.
Esta debe ser una semana decisiva para saber si desde el Palacio se promueve que el Congreso apruebe la polémica ley de convocatoria a la Asamblea Revisora, pero falta saber por cuáles de los portones legislativos llegaría el edicto y si la propuesta contaría con el número suficiente de escribas y paganos.
Un líder de oposición ha asumido el rol de dirigir las huestes civiles convocadas para impedir que el carruaje de la reforma constitucional penetre a los salones de la Asamblea Nacional, aunque se ignora si unirá sus fuerzas a las del primer oficial convocante o si sus tropas actuarán por cuenta propia.
La economía se resiente a causa de tantas escaramuzas políticas que presagian días difíciles, sin que tirios ni troyanos lleguen a entender que el fuego de Troya se extendería por toda Grecia, a partir de lo cual no habrá vencedores, sino vencidos.
El presidente Danilo Medina está compelido a hablar por propia voz, como única forma de despejar tan intensa humareda. Ojalá que esa muy necesaria alocución presidencial se produzca tan rápido como inmediatamente, para evitar que tirios y troyanos hundan a Troya.

El Nacional

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