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El dedo en la llaga

El dedo en la llaga

Luis Pérez Casanova

Después del diagnóstico de la Policía del exalcalde de Nueva York, Rudy Giuliani, nadie había abordado la realidad del cuerpo con la crudeza que acaba de hacerlo el comisionado para la reforma de la llamada institución del orden, José Vila del Castillo. Si algo ha sorprendido es que el funcionario aireara los males que han impedido al cuerpo cumplir con sus funciones de garantizar la seguridad ciudadana y preservar el orden público, porque hasta los chinos de Bonao saben que la corrupción y los abusos de poder han contaminado, como el cáncer que hace metástasis, todos sus órganos.

El lastre de la corrupción detallado por Vila del Castillo es demasiado pesado para que pueda prosperar en el menor tiempo la reforma para modernizar y profesionalizar la Policía. Ese proceso, sobre todo en lo que respecta a la profilaxis de las manzanas podridas, no podía ser de otra forma que gradual.

El presidente Luis Abinader ha tenido mucho tacto con la estrategia que ha seguido, como se evidencia en el incremento salarial y la mejoría de las condiciones de servicios de los agentes y la puesta en retiro, siempre de manera honrosa, de servidores no aptos para sus funciones.

No se descarta que esa violencia callejera que ha azotado el territorio ni la misma impunidad que ha rodeado los atropellos de los agentes guarden relación con la corrupción ventilada por el comisionado Vila del Castillo. Todos los programas para proteger la seguridad de la ciudadanía, sin importar lo bien concebido que estuvieran, han terminado en fracaso. Tras sacar a flote los males de la Policía, que es una forma de identificar a los responsables, pueden esperarse resultados más auspiciosos en la lucha a favor de la seguridad de la población.

De una u otra manera la Policía ha sido parte o ha estado infectada de todos los males que han corroído las entrañas de la nación, pero sobre todo de la corrupción en las más altas esferas, la represión, la extorsión, la impunidad y los abusos de poder. Nadie recuerda el sometimiento de un director o un alto oficial por la comisión de algún tipo de irregularidad, a pesar de las muchas que se han denunciado en los últimos tiempos.

Se hacía muy difícil avanzar sin desmontar una estructura que cobraba por los nombramientos, los traslados, los ascensos, las pensiones, los uniformes, las armas nuevas, entre otras diabluras. Vila del Castillo las definió como una corrupción sistémica e histórica que operó en la institución hasta la llegada del actual director Eduardo Alberto Then. Al saberse lo que se está haciendo y airearse la podredumbre que había, las perspectivas de una Policía que cumpla con sus atribuciones son, por primera vez en mucho tiempo, más auspiciosas.