Si partimos de lo que fundamenta el etólogo Richard Dawkins sobre el gen egoísta que determina el comportamiento de los seres humanos y los animales, en República Dominicana es utilizado para confundir a incautos votantes y fanáticos.
Como dice el científico en su obra del mismo nombre del encabezado de este artículo, ese gen, en ocasiones, se camufla como altruista.
En la mayoría de nuestros políticos, por su afán de ascender al poder. Cuando ello ocurre, en animales no racionales, ese cambio es más noble y mejor intencionado.
Se puede dar por seguro que el oportunismo de esa molécula afecta con desenfreno a nuestros gobernantes; pero parece que se hiperbolizó en el presidente Luis Abinader hasta convertirlo en un “ilusionista”; con discursos que solo pretenden notoriedad, y timar, en lo político, al pueblo dominicano.
Aunque no supera a su homólogo estadounidense Donald Trump, es posible que, en la contemporaneidad, es el que más ha mentido en el hemisferio occidental. Prometió cambio; justicia independiente, y todo lo que nunca cumplirá.
Con el mandato de Abinader se tiró por la borda el criterio de Juan Pablo Duarte sobre que: “La política es la ciencia más pura luego de la filosofía”. Como nunca antes, en nuestro país, las políticas públicas se han convertido en un mimetismo, y un manojo de falsedades.
El mandatario ha tenido que trastabillar en muchas de las ejecutorias asumidas por su gobierno y, sin sonrojarse, en La Semanal, ha revelado que a cinco años de su mandato ya hay cientos de expedientes del funcionariado, que han incurrido en ilicitudes.
Se ha visto en la necesidad de admitirlo, pero ha sido cauto en señalar o mostrar sospechas de que también algunos funcionarios habrían distraído fondos.