Después que el subsecretario de Estados Unidos para la lucha contra el narcotráfico, Todd D. Robinson, de que su país no irá en rescate de Haití, a los residentes en el país no les queda más que encomendarse a Dios.
Sólo Estados Unidos y las potencias están en capacidad de imponer el orden y la seguridad en la vecina nación a través de una intervención que no tiene que ser armada.
En un momento en que el territorio es controlado por pandillas criminales que tienen secuestrados a 16 misioneros estadounidenses y un canadiense y en que no existe gobernabilidad, dejar los haitianos a su suerte carece de todo tipo de justificación.
Las muchas necesidades de la nación tornan importante donaciones como los 60 vehículos, equipos de protección para la Policía y cargamentos de alimentos y medicamentos, pero siempre recordando que la solución a la crisis no es con dádivas.