El Gobierno envía una auspiciosa advertencia para evitar que los recursos se utilicen en la campaña electoral con la vigilancia que montará el Gabinete de Transparencia y Prevención del Gasto Público.

La tarea no es tan simple, porque siempre se encuentran triquiñuelas para burlar la vigilancia, pero la intención es loable, si es que se cumple. La tradición ha hecho de los recursos públicos una fiesta de despilfarro, sin consecuencia alguna, en los procesos electorales.

Hasta los déficits presupuestarios se han disparado por los gastos en que se han incurrido en violaciones de todas las normas vigentes.

Consciente del papel que juega la opinión pública la directora de Ética Gubernamental y coordinadora del Gabinete de Transparencia, Milagros Ortiz Bosch, solicitó la más amplia colaboración en el programa de vigilancia. Es tiempo de que los procesos electorales dejen de ser una pascua de gastos y se conviertan en una feria de ideas y propuestas.

Es verdad que existen leyes que castigan el uso de los recursos públicos en actividades proselitistas, pero la vigilancia anunciada por el Gobierno es un elemento complementario tanto para la prevención como para la penalización.

No importa que se diga que el programa para controlar el gasto público esté inspirado en la supuesta tacañería que se atribuye al Gobierno en ese sentido.

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La presencia de la directora de Ética Gubernamental indica que los funcionarios tendrán que medir muy bien sus pasos. Y que haya castigo si no lo hacen así.