Carta de los Lectores Opinión

En la 42: ¡esperanzas!

En la 42: ¡esperanzas!

La pacificación de los barrios marginados, no se va a lograr por un decreto o con una reforma de la policía. Hay violencia extrema en los reductos de miseria y barrios populares, porque la juventud está perdiendo la esperanza, y los mayores tiraron la toalla.

El principal rescate e implementación de la pax en el sector Capotillo, tiene que ser mejorar sus condiciones de vida en forma permanente. Una juventud parada el día entero en una esquina, y en la noche tomando, fumando y bailando, sin trabajar ni producir, es sinónimo de ir hacia el abismo.
Capotillo no es un caso aislado. Así están todos los barrios populares. Residen en los mismos muchas familias decentes, jóvenes que se levantan a trabajar en las mañanas, o a estudiar, pero que encuentran los caminos cerrados.

Una parte minúsculo, pero vocinglera y con el peso del cuchillo o la pistola, impone su ley, por encima de las autoridades y de la buena convivencia. Sin embargo, una simple acción policial no solucionará el problema.

En la tristemente famosa calle 42 de Cristo Rey se glorifica la violencia. El choque a un tajo o a un tiro es la solución a las diferencias. Es una forma de vida salvaje donde impera la ley del más fuerte. No es posible tener una burbuja dentro de la ciudad, donde todo se valga.

Por eso hay que trabajar sin necesidad de soluciones letales. Se tiene que agotar el método de la regeneración, de satisfacer necesidades comunitarias, de abrir puertas a la integración social, de señalar con claridad que el delito solo deja abierto el camino a la cárcel o el cementerio.

La única fórmula posible para mejorar las condiciones de vida individual y colectiva, es apegarse al estudio y conseguir un trabajo. Pero esto es letra muerta donde la miseria aprieta. El primer paso efectivo es hacer renacer las esperanzas, y que cada morador de barrio marginado piense que es posible un mejor modo de vida.

Hay que derramar agua para apagar el fuego de la 42. Agua conteniendo justicia social, resolviendo problemas de abandono, dando la mano al necesitado y persiguiendo a los delincuentes.

Se pueden encarrilar por el bien a todos los barrios marginados, pero ese es un trabajo lento, de éxitos y fracasos, de estancamientos y de retrocesos. Si la sociedad está maniatada para el progreso de los menesterosos, no se puede tratar de alcanzar metas aisladas. ¡Ay1, se me acabó la tinta.

Por: Manuel Hernández Villeta

El Nacional

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