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En RD publican cientos de libros que no se leen

En RD publican cientos de libros que no se leen

Muchos escriben por escribir porque en esencia no les preocupa nada que decir que los comprometan.

Rara vez el lector dominicano se ve asediado por la duda de “¿qué leer?”, por la sencilla razón de que, muchas veces, esa pregunta solo existe en la intención y no porque no lea. ¿Lee lo suficiente para estar avispado en torno a la realidad en que está inmerso? Podría ser.

Cuando me refiero al “lector dominicano”, es al que lee libros de su lar nativo, de su creación e investigación. Entonces se pensaría en los nombres de prestancia que  encabezan esta lista de autores.

Sin lugar a dudas, en el país se publican cientos de libros, pero no se leen. Se publican y se guardan cientos para ser destinados al olvido sin posibilidades de resucitar. Si se les preguntara a los autores de esos libros que, si son leídos y si aspiran a serlo, indudablemente que se quedarían callados. Por una sola razón, escriben para el olvido; porque “escriben” si se llama a eso escribir por escribir, sin pasión, ciego, sordo y mudo.

En esencia no les preocupa nada que decir que los comprometa. Exageran sus temas, andan detrás de tamaña truculencia, que ellos mismos no se atreven a hojear sus libros después de publicados porque fácilmente de entre sus páginas sale una cuchillada.

El lector está lejísimo de los libros dominicanos como fuente para “enriquecimiento” espiritual de lo que le da razón de ser a su dominicanidad, entendiendo este término de la forma más llana posible.

Volviendo al lector y los libros al destacar… y de recordar lo que se recuerda se referirá a libros con ya ganada fama de que son “importantes”; pero si se le preguntara cuál ha vuelto a releer… cogería cuadre en la cara de sapiente y lanzaría al aire una cantidad suspiros, ¿termina todo ahí? ¡Oh, no! Y no se atreva a hacerle la pregunta a los que escriben de las relecturas porque así sí que provocaría un suicidio colectivo por las respuestas dadas.

En conclusión anticipada, cualquiera dejaría de escribir, pero se sigue escribiendo. Nuestros “creadores” de ficción, quizás a diferencia de las generaciones anteriores son unos bulteros. Llegan con el libro a sus casas, lo tiran en un rincón, con su actitud dicen que es una pérdida de tiempo.

Pasan los meses y si se osa preguntarle que, si lo leyeron, mirarían para arriba y para abajo y con el pecho abierto dirán que sí, que lo leyeron, pero sin dar ni una idea de lo planteado en el libro, excepto si es de orden histórico.

De ahí que, para embarcarse en la lectura de un libro, excepto si es de orden histórico, de la era de Trujillo. Ese sí tiene mercado. Me imagino que cuando se empiecen a escribir en torno a Balaguer y Juan Bosch profusamente, se leerán como tazas de café para el saber del pasado inmediato sin que lo dicho sirva para el futuro.

En torno al lector de la República del libro de ficción, poesía, novela, ensayo, etcétera, es todo un caso de la fiscalía con el viejo código, por supuesto; con el nuevo, saldría en libertad en un santiamén.

¿Qué ha pasado, que no ha pasado? ¿Podría ser que el escritor dominicano no escribe para interesar de la verdad a nuestro lector sapiente, que solo nuestra historia tiene la pasión para interesar al lector lo suficiente? En el caso de la narrativa.

En el caso de la poesía hubo un tiempo, que ya nadie recuerda, que el poema (quedándonos ahí, cojeando), su lectura levantaba polvaredas que erizaban la piel y ahora encontramos enojos y posturas de una rebeldía metafísica consigo misma hasta que se comprende que sus causas no son metafísicas sino de arroz, carne, habichuela y una ensaladita, más una copa de vino al lado, pensando en lo trascendente e intrascendente de… 

Amable Mejía
amablemejía1@hotmail.com

El autor es escritor.

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