Por: Mary Leisy Hernandez
Marilei@hotmail.com

El basquetbolista Al Horford es mucho más que el primer dominicano que juega en las finales de la NBA. Es un ejemplo a seguir. Buena referencia de constancia, disciplina, valores…

Lo conocí cuando apenas era un bebé, cuando tenía pocos meses de nacido. Yo estudiaba inglés con su madre en la Universidad Apec y de ahí se desarrolló una amistad con muchas idas y venidas por su condición de entonces de esposa del también basquetbolista Tito Horford.

Recuerdo a Al de niño jugando con mis sobrinos y cargando a mi hija 10 años menor que él. Recuerdo a su madre afanosa, propiciando todo para darle lo que necesitaba, provocando de mil maneras que el “pelaíto”, como le dice, pudiera sacar lo mejor de su talento en el baloncesto y en todo. Eran tiempos de mucho sacrifico para ella. En ese entonces ya estaba divorciada y su trabajo de cronista deportiva no alcanzaba para mucho. El sueño era grande y el trabajo requería una visión clara y pasos firmes.

Entre programas de radio y televisión se la pasaba Arelis, mientras Alfred, hoy Al Horford, se formaba como deportista y como ser humano ejemplar. Y unos años después logró y no por arte de magia, que el muchacho comenzara una carrera que hoy enorgullece a todos los dominicanos.

Al no es una referencia de golpe de suerte, de vida fácil ni nada que se parezca. Al contrario, él es producto de una vida con propósitos, de trabajar cada detalle. No se limita a ser buen deportista, es buen padre, buen hijo, buen compañero…Ojalá que en cada jugador que nos represente internacionalmente, tengamos la educación y buen manejo de Al Horford. Es posible.