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Faride Raful

Faride Raful

A raíz de la designación de la senadora e influyente política, Faride Raful, como titular del ministerio de Interior y Policía, un minúsculo grupo de personas retomaron los ataques contra ella en las redes sociales y otros medios, ignorando que su figura tiene un forraje blindado por su buena formación académica, elevado nivel cultural y el fragor de la lucha por las libertades públicas, una actitud adoptado aún sin haber alcanzado la adolescencia.

Nadie se explica el origen y las razones de los francotiradores para atacar a la abogada y comunicadora, dado que no ha cometido ningún agravio contra personas físicas y morales, ni tampoco está asociada a núcleos de corrupción, ni personalmente ha cometido un acto que empañe su imagen, siempre respetando la Constitución y las leyes, conducta que se ajusta a una acepción de una ciudadana ejemplar.

Y entonces, nos preguntamos ¿por qué descalificar una dama bien preparada, llena de valor y con uno de los mejores perfiles de los políticos que inciden en la vida nacional? El espacio de Faride es inmenso, pues está en condiciones de lidiar con los problemas más complejos del país, por lo que no debe ser subestimada.

Creció entre libros y una formidable educación familiar que le enseñó valores éticos, uno de los orgullos de su madre doña Grey, una letrada egresada de la UASD y del poeta y ensayista, Tony Raful, Premio Nacional de Literatura, Faride es una estrella con luz propia, forjada en una línea política democrática y progresista, donde aprendió la esencia del manejo de las contradicciones partidarias y las complejidades del aparato del Estado.

En la Carta Magna y en leyes especiales, está establecido hasta hoy que la Policía Nacional es una dependencia de Interior y Policía, por lo que se infiere que el titular del ministerio es realmente quien manda, dirige y ordena a la institución del orden público, un precepto legal que nunca se ha ejecutado, puesto que el jefe policial despacha directamente con el presidente de la República de turno, situación que se ha hecho costumbre.

En el pasado, específicamente en el año 1967, el héroe del 30 de mayo, Luis Amiama Tío, nombrado en el cargo por Balaguer, para investigar el intento de asesinar al general, Antonio Imbert Barrera, otro de los participantes en el ajusticiamiento de Trujillo, ejerció con autoridad de superioridad, cuando destituyó al jefe de la Policía, Ney Tejeda, quien se resistía a aceptar su relevo, teniendo el propio Amiama que ir a la explanada principal del palacio que aloja a la jefatura, con una metralleta en manos, vestido de kaki, a poner posesión al nuevo incumbente.