La muerte de tres mujeres en casos pasionales ocurrida en Santo Domingo Este y en Puerto Plata manda una tenebrosa señal sobre la perturbación que prevalece en la sociedad. Los programas que se han implementado no han valido para detener la ola de feminicidios que alarman y conmueven a todos los sectores.
Por los muchos factores que intervienen en los crímenes, aunque el despecho, asome entre los principales, es difícil encontrar una respuesta a los casos. En San Isidro, la señora Reina Pérez, de 73 años, fue muerta a puñaladas por Ricardo Antonio Leonor Abreu, exmarido de su hija Kirsy Raquel Guerra Mella.
Las 25 estocadas que sufrió sugieren que fue atacada con saña, con el agravante de que en el suceso también fue herido Gustavo Rodríguez, de 19 años, hijastro de Leonor Abreu. La pareja estaba separada y el victimario tenía orden del alejamiento.
El domingo la sociedad volvió a ser sacudida con los casos de Julissa Paulino Hernández, de 23 años, muerta a puñaladas por su pareja Wandy Hernández. Después de ultimar a su mujer, Hernández se dirigió a la casa de su suegra, Ivelisse Corona Martínez, a quien también quitó la vida. Las mujeres residían en el sector Villa Paraíso, de Sosúa.
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El dolor y la indignación que han dejado las tragedias de San Isidro y de Sosúa son indescriptibles. Los lamentables sucesos exponen un mal que desde hace tiempo corroe las entrañas de la sociedad, que es necesario enfrentar con medidas eficaces para al menos reducirlos.