Si en la Feria del Libro que se acaba de clausurar se vendieron más de 50 millones de pesos, el evento fue un éxito rotundo.

Esas ventas de materiales para fomentar el conocimiento y la creatividad reflejan un auspicioso interés por el mundo de la cultura.

La organización en la distribución de los espacios ha sido uno de los aspectos que más se ha resaltado del evento, en tanto ha dejado mucho que desear el reducido número de libreros que participaron en la exposición.

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Otro detalle que se ha criticado es la escasa presencia de conocidos intelectuales y escritores nacionales e internacionales en conferencias y actividades culturales.

Sin embargo es muy alentador el detalle ofrecido por la ministra de Cultura, Milagros Germán, en el sentido de que a la feria asistieron diariamente entre 20 y 40 mil personas y que por lo menos una de cada cuatro compró un libro.

Significa que el objetivo de los visitantes no era únicamente el esparcimiento ni disfrutar de las actividades que se ofrecían, sino el contacto físico con el libro.

La masiva demanda de historietas, cuyo pabellón tuvo que reabastecerse en diferentes ocasiones, denota a un público juvenil que tiene en la lectura un medio de entretenimiento.

Ante el respaldo del público los factores adversos se tornaron irrelevantes en una feria que tuvo el privilegio de contar con una masiva asistencia de estudiantes de distintos centros educativos.