
Toneladas de chatarras entran diariamente a RD para luego ser exportadas a otros países. Jorge González
Después de que se visita más de una vez, en un corto intervalo de tiempo, el paso de la frontera de República Dominicana con Haití entre las ciudades de Dajabón y Juana Méndez (en francés Ouanaminthe y en criollo haitiano Wanament), se tiene una extraña sensación de déjà vu, donde las situaciones diarias se repiten una y otra vez de forma interminable.
Sin importar si hay mercado o no, pero muy especial cuando lo hay, los días para los militares y miembros de los organismos de seguridad del Estado que “vigilan” en esta zona, y para los dominicanos y haitianos que acuden a este punto, unos para hacer negocios y otros para pasar de un lado a otro por múltiples motivos, parecen iguales.

Haitianos entrando al país por el puente sobre el río Masacre, con bultos mercancías, carretas y carretillas vacías, otros saliendo del país por el mismo lugar esta vez con carretillas y motocargas llenas de mercancías de una amplia variedad.
Miembros del Cuerpo Especializado de Seguridad Fronteriza (Cesfront) requisando vehículos y mercancías, igual acción hacen los agentes de inteligencia del Ejército.

En el área de la aduanas que opera la Dirección General de Migración (DGM) agentes chequean los documentos de los extranjeros que pasarán de manera formar al país, otros entraran solo con algunas herramientas como pasaportes y evidencia de que entrarán a trabajar y que volverán a su tierra al caer la tarde.
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En esta localidad el Sol parece estar más cerca de la Tierra, el polvo, el bullicio, el intenso calor, los extraños y raros olores y matices del entorno parecen fusionarse para impregnarle a todo el lugar una atmósfera sofocante, insegura, y muy propicia para el contrabando, el crimen y otras particularidades de toda frontera internacional.
