En lo que se decide el despliegue de tropas militares en Haití, como solicitó el Gobierno, Canadá anunció la donación de 18 tanques blindados para la Policía, de los que se han recibido cuatro, y Estados Unidos ha emplazado un equipo élite para lidiar con desastres y la inseguridad ciudadana.
Permanece el suspenso sobre la intervención militar, pero que Washington le haya dado el visto bueno a la opción despeja más el camino para restablecer la gobernabilidad y enfrentar a las pandillas que asolan el territorio.
Aunque no ha dejado de plantear conjeturas, el hecho de que los líderes de pandillas reclamen una amnistía y una cuota de poder coloca a la nación en los umbrales de un acuerdo frente a la crisis que la ha afectado.
Inquieta, sin embargo, la división que ha surgido sobre la intervención militar para instaurar y el orden y la seguridad. Legisladores y líderes opositores han rechazado la alternativa y clamado por un acuerdo político que hasta ahora ha sido imposible.
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Con el deterioro de las condiciones de vida a causa de la hambruna, la crisis hospitalaria, la escasez de combustibles y muchos otros problemas la comunidad internacional reconoce que la solución al problema haitiano pasa por la intervención militar. Pero mientras más se alargue el tiempo más se complican los problemas.
El gesto de Canadá y la decisión de Estados Unidos son pasos importantes para restaurar la seguridad y el orden, pero es bien sabido que se tiene que pasar a un segundo plano.
