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Haití por Haití

Haití por Haití

Elvis Valoy

Con el anuncio del primer ministro de Canadá Justin Trudeau, de invertir 73 millones de dólares en la policía haitiana, se despeja temporalmente la funesta y siniestra incógnita de la intervención armada a ese empobrecido país en el occidente de la isla, acción que lo único que haría es sumirlo aún más en la miseria absoluta.

Envuelto en las destructoras llamas de la pobreza extrema, y todavía con las cicatrices abiertas de la nefasta injerencia de la MINUSTAH (con los 8 mil millones de dólares que gastó ese cuerpo armado multinacional en esa nación se resolvían al menos sus problemas cardinales de agua potable, infraestructura, ecología, salud, educación, etc.), Haití parece ser un peón en el ajedrez internacional de los movimientos migratorios.

Indiscutiblemente que hay una coincidencia en la visión sobre la crisis haitiana entre Canadá y los Estados Unidos, pues esta última ha evadido los cantos guerreristas provenientes de la ONU, del propio gobierno del primer ministro Ariel Henry, de la República Dominicana y de otras naciones, que vociferan como guagua anunciadora una lacerante intervención militar que crearía más problemas que soluciones en Haití.

Todavía transita por las aguas tanto haitianas como dominicanas, como asesino silente, la enfermedad del Cólera, peste que ha matado a más de 30 mil haitianos y decenas de dominicanos, introducida a la isla por las tropas de la ONU.

Algunos analistas geopolíticos descartan que una intervención armada allí resolvería los problemas de las bandas (que masacran desde el año 1986), la consolidación del primer ministro Ariel Henry, ni mucho menos la ineficacia de los servicios públicos haitianos.

Pero realmente lo que Haití necesita es ayuda que le permita iniciar la construcción de su futuro con pasos seguros, pues otra intervención armada no garantizaría ni la paz ni el progreso.