Opinión

Haitianos y drogas

Haitianos y drogas

El tráfico de haitianos y de drogas son dos problemas medulares del gran abanico de la corrupción que desde hace décadas lleva la sociedad dominicana en sus espaldas, ambos generan millones de pesos para los ”encomendados” de poner las cosas de acuerdo a nuestro ordenamiento jurídico y social.

Pero el tráfico de haitianos y de drogas no es un problema para las autoridades de migración ni para los organismos represivos (DICAN, DNCD, PN…), sino un negocio redondo en el que salen beneficiados los encargados de poner el orden en la sociedad y jefes de esas entidades.

El caso más reciente de ese negocio ocurrió en Baní donde fue asesinado un coronel de la Policía cuando participaba en un operativo a un punto de drogas que estaba en competencia con otros y que como consecuencia ha implicado “rotaciones” en esa institución como si esa medida fuera la respuesta al comercio de las drogas.

El jefe de la Policía debe reflexionar y tomar en cuenta que esta es la tercera disposición de cambios en esa institución que se realiza en medio de un aumento del crimen organizado y los resultados no han surtido efectos positivos.

Recordemos que el “negocio” de las drogas en la Policía se inició en 1981 cuando el ex coronel Aridio Descartes de Jesús Pérez era encargado de perseguir el delito. Se le atribuyó hurtar dos kilos de cocaína valorados en 76 mil pesos que la corporación del orden había incautado, además se le acusó de robar 26 mil pesos. Como era de esperarse se hizo un teatro judicial y luego puesto en libertad.

Una situación similar se está produciendo en materia migratoria en la que los encargados de controlar esa actividad la han convertido en un comercio en el que se organizan tours de haitianas embarazadas para parir en nuestras maternidades y ese viaje pasa por los puestos de control y no es gratuito o se aborda un motoconcho por 3 mil pesos y en contubernio con vigía pasa a territorio dominicano
De manera que esas dos actividades destinadas a ser combatidas han sido convertidas por los mercaderes en un lucrativo negocio con una estructura organizada que hasta el gato le toca su tajá.

En ese sentido es prácticamente imposible que haya voluntad por parte de los beneficiarios de eliminar un próspero comercio como esas dos actividades

El Nacional

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