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Ilusión y rabia

Ilusión  y rabia

Pedro P. Yermenos Forastieri

Este artículo, escrito con antelación al paso de la carroza en el carnaval electoral, está influido por sentimientos híbridos donde se mezclan, en un baile de antídotos, la ilusión y la rabia.

Nadie puede desmentir, con argumentos válidos, que en una parte mayoritaria de la población dominicana se anida una profunda sensación de hartazgo, unas ganas irrefrenables de enviar al ostracismo del favor popular tantos farsantes que han acumulado fortunas reales y nombradías espurias, a costa de eternizar el atraso y sufrimiento de un país que no lo merece, pero que no ha podido transitar la ruta que haga posible impedirlo.

Ahí encuentra su origen la rabia que siento. No es fácil convivir con tanta hipocresía, con tantos prestigios de cartón a los que una ligera llovizna convierte en añicos. Ver desfilar por la pasarela social a personajes a quienes se les rinde pleitesía por su poder ocasional aun careciendo del más mínimo sentido del decoro.

Las cosas empezaron a cambiar

El domingo, la nación tendría la oportunidad de pasar facturas. Pero su libertad para hacerlo estaba sumamente condicionada. Era una cita con los ojos medio vendados, donde un sistema incapaz de operar sin artilugios, le conduce a empuñar el arma que dispara contra su propio cuerpo, con el espejismo irónico de que, lejos de suicidarse, se consagra.

El drama se agrava porque en la trama se insertan personajes llamados a arbitrar las ambiciones, pero estos, lejos de conducirla por los senderos de la competencia transparente y equitativa, se parcializan en favor de quienes controlan los resortes que determinan su ascenso o descenso de sus posiciones protagónicas. Se trata de una conducta que, por deleznable, los descalifica para sus funciones.

Mi ilusión, en cambio y a pesar de todo, deviene de que resulta evidente que las cosas, al fin, empezaron a cambiar. Al margen de resultados que aun pudiendo intuir, no puedo asegurar, ha crecido el nivel de conciencia y el ejercicio de una ciudadanía cada vez más dispuesta a develar las artimañas de quienes no han comprendido que el poder eterno no existe y que llega un momento en que la gente, harta, grita basta ya.

Al momento de escribir desconozco si el cambio cuantitativo, paso previo ineludible para el cualitativo, empezaría o no a materializarse. Lo que sí puedo asegurar es que se ha desatado una remoción de fichas que vislumbra que el juego dejó de ser el mismo. Que sea para bien!

El Nacional

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