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La industria del chip

La industria del chip

Alberto Taveras

(República Dominicana da paso estratégico)

La reciente participación del presidente Luis Abinader en la reunión anual de la Asociación de la Industria de Semiconductores (SIA) en California marca un hito trascendental para el futuro económico de la República Dominicana.

En un momento en que el mapa global de la tecnología vive un reordenamiento profundo, la demanda de semiconductores, los diminutos “cerebros” que impulsan desde teléfonos móviles hasta vehículos eléctricos, satélites y sistemas médicos, continúa en ascenso, mientras Estados Unidos y sus aliados buscan diversificar la cadena de suministro para reducir riesgos geopolíticos.

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En California, el presidente presentó al país como un hub emergente de manufactura avanzada y logística, sustentado en tres pilares fundamentales: estabilidad macroeconómica, infraestructura moderna y una ubicación estratégica a pocas horas del mercado norteamericano.

No se trata de una iniciativa improvisada, sino de una visión de futuro que busca insertar a la República Dominicana en la cadena global de valor de uno de los sectores más influyentes del siglo XXI.

La industria de los chips es hoy una competencia por soberanía tecnológica. Quien diseña, produce o ensambla semiconductores controla una parte crítica del futuro económico global. Por eso, integrarse aunque sea en fases iniciales, ensamblaje, pruebas y empaques avanzados (ATP), puede transformar la estructura productiva dominicana. Países como Malasia, Vietnam y Costa Rica muestran cómo la llegada de empresas del sector impulsa exportaciones, eleva salarios especializados y atrae inversiones complementarias de alto impacto.

Para la República Dominicana, los beneficios potenciales son amplios. En primer lugar, la atracción de inversión extranjera directa de multinacionales que valoran entornos estables, cercanos a Estados Unidos y con reglas claras. En segundo término, la generación de miles de empleos técnicos e ingenieriles de calidad, capaces de dinamizar la clase media profesional. Tercero, el fortalecimiento de ecosistemas de innovación, universidades con nuevas carreras STEM y proveedores locales integrados a cadenas de alto valor agregado. Finalmente, la consolidación del país como plataforma logística del Caribe y Centroamérica, aprovechando puertos, aeropuertos y zonas francas competitivas.

El mensaje enviado por Abinader es claro: la República Dominicana no solo compite en turismo y manufactura tradicional, sino también en industrias que definirán la próxima década. Es una apuesta audaz, pero coherente con la trayectoria del país en captación de inversiones y estabilidad.