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Las investigaciones más acabadas y de más bagaje científico determinan que la memoria y la inteligencia se complementan mutuamente para garantizar el rendimiento intelectual; así como hay correspondencia entre ambas, también existe entre la atención y el fenómeno mnésico (de la conciencia).
Una alteración en la atención tendrá una repercusión desfavorable en el proceso que permite una adecuada fijación de la información y evocación de los recuerdos, lo que exige un nivel óptimo de conciencia.
Esta última es la expresión más alta del desarrollo integral de la materia viviente y que como un todo, junto a la orientación (en tiempo, espacio y persona) conforman las funciones de integración psíquica.
La atención es una focalización de la conciencia; la orientación selectiva de la percepción de los estímulos. La hipervigilancia, la distractibilidad y la hiperconcentración son alteraciones graves de la atención.
Estas condiciones anormales gravitan negativamente sobre el complejo proceso de la memoria y se aprecian en situaciones emocionales menores y en ocasiones son parte del cortejo sintomático de algunas enfermedades.
En cuanto a cuadros psicopatológicos, puede citarse el síndrome maníaco (integrante del conocido trastorno bipolar); el delirio agudo, el delirante paranoide; los síndromes asténico, depresivo y demencial.
Las personas se preocupan cuando advierten alguna alteración de la memoria, sin embargo, existen condiciones en que la excitación de la corteza cerebral es débil para ciertas informaciones recibidas.
Este bajo rendimiento puede ser por inatención, o por el abuso de la práctica de la memorización, es el caso de estudiantes que en horas pretenden fijar y evocar informaciones que debían procesar en meses.