Opinión Editorial

La tragedia del Jet Set

La tragedia del Jet Set

La sociedad dominicana se bate hoy en incontenible dolor y luto por la tragedia sin precedentes acaecida la madrugada de ayer al desplomarse el techo de la discoteca Jet Set con el local repleto de parroquianos que disfrutaban de una fiesta bailable, que tuvo saldo de 124 muertos y 155 heridos, al cierre de esta edición.

En ese establecimiento se realizaban los lunes presentaciones artísticas a las que se daban cita personas de diferentes estratos sociales, así como turistas y dominicanos residentes en el exterior, pero ayer aconteció una desgracia sin precedentes cuando el techado de la edificación cayó sobre centenares de personas.

Brigadas del 9-1-1, Cuerpo de Bomberos, Defensa Civil, Ejército, Policía, Cruz Roja y de otras instituciones actuaron con diligencia y eficiencia en remoción de escombros y la labor de rescate, pero el accidente fue de tal magnitud que decenas murieron al caerles trozos de cemento y acero.

En fiel interpretación del dolor colectivo, el presidente Luis Abinader declaró tres días de duelo nacional y también ordenó una investigación para determinar las causas de esa tragedia que embadurna de luto y angustia a las familias de los fallecidos, heridos y de los que aún no han sido localizados.

Entre los fallecidos figuran el merenguero Rubby Pérez, el banquero Eduardo Grullón, su hermana y su cuñado, los expeloteros Octavio Dotel y Tony Blanco, la gobernadora de Montecristi, Nelsy Cruz, el diseñador Martín Polanco, y figuran aun como desaparecidos familiares de funcionarios públicos, ejecutivos bancarios y empresarios.

Médicos, enfermeras y personal de apoyo de hospitales del Gran Santo Domingo prestan ingente atención a sobrevivientes de la tragedia, muchos de los cuales permanecen en salas de cuidados intensivos por su cuadro de gravedad, ante lo cual el Centro de Hemodiálisis requiere con urgencia donantes de sangre.

Este infortunio debe servir para que las autoridades apliquen un rígido programa de fiscalización a edificaciones, a los fines de prevenir desastres como el que abate a República Dominicana y para precisar la cantidad de personas permitidas en centros de diversión, restaurantes, iglesias, teatros o locales de uso público.

Compungida por tan desdichado suceso, la sociedad derrama hoy lágrimas de pesar ante la peor tragedia acaecida en el país en este siglo, que motiva el desconsuelo colectivo y enluta también al arte, la moda, el deporte, la banca, academia y empresariado. Que el Altísimo conceda a todos valor y resignación.

El Nacional

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