Opinión Articulistas

Lecciónpara todos

Lecciónpara todos

Luis Pérez Casanova

Con esa propensión de buscar la quinta pata al gato, o politizarlo todo, se ha abordado la tragedia que tanta conmoción ha causado en la nación, como la muerte de 225 personas tras el colapso del techo de la emblemática discoteca Jet Set, durante una fiesta.

Hasta la dignidad de las víctimas y el sufrimiento de los familiares se han relegado frente al interés de acusar a la ligera, casi siempre en procura de algún beneficio particular, antes de determinarse las reales causas del luctuoso percance.

En medio de las labores de rescate y del impacto que generaba la identificación de los cadáveres, comenzaron las especulaciones, que continuaron con opiniones generales sobre el efecto psicológico en los sobrevivientes y familiares de las víctimas de la tragedia.

El propietario del establecimiento, Antonio Espaillat, no se ocultó ni esperó el último momento para dar la cara. Lo hizo desde las primeras horas con un comunicado en que calificaba el suceso de devastador y se solidarizaba con la angustia colectiva.

La sociedad, como reconoció el Gobierno al crear una comisión compuesta por especialistas nacionales e internacionales, merece saber el porqué de la tragedia en el centro de diversión. Todas las incógnitas tienen que despejarse para que se sepa la verdad de una desgracia de la que la nación no se ha sobrepuesto.

La tragedia tiene muchas lecciones que todos tienen que aprender. Muchos salvaron la vida porque se pusieron a buen resguardo cuando notaron que del techo caían materiales de construcción. E incluso se dice que, al no contarse con otros medios, algunos dieron la voz de alerta de lo que ocurría al merenguero Ruby Pérez, que amenizaba la fiesta, y otros, sin que se les prestara atención.

Lo ocurrido es una experiencia para evitar que en el futuro, como también se procura con la investigación, se repitan situaciones tan dramáticas. No pasa por alto la denuncia de que desalmados aprovecharon la tragedia, no para auxiliar a las víctimas, sino para robarles.

Con los antecedentes en casos como los accidentes de tránsito y los signos de descomposición que se verifican en diferentes actos, nada puede descartarse. Muchas son las lecciones para reflexionar en torno a una tragedia en la que además de establecerse responsabilidades demanda una rigurosa seguridad en los centros y espacios que aglutinan muchedumbre.

Los responsables del colapso tienen que cargar con las consecuencias. Pero si se ha de culpar por dejadez en la supervisión hay que hacerlo con la clase política y empresarial, habida cuenta de que se trata de un problema que no se registró de hoy para mañana, sino que viene de lejos. Las víctimas, que confiaban en la seguridad, merecen justicia.