Opinión Articulistas

Lilís

Lilís

Elvis Valoy

Dentro de la «galería» de dictadores dominicanos ocupa un lugar «privilegiado» Ulises Heureaux, conocido hipocorísticamente como Lilís; el viernes 26 de julio, se conmemora el 125 aniversario de su ajusticiamiento, acontecimiento perpetrado por un grupo de jóvenes mocanos.

Ejemplo de superación personal –lo abandonó su padre siendo niño; baña perro de una familia adinerada; se alfabetizó y fue políglota-, Lilís nunca enarboló las ideas del partido Azul de Gregorio Luperón, agrupación partidaria en la que militó durante toda su vida.

Socarrón, lóbrego y maligno a partes iguales, Heureaux fue único en su especie y diferente a todos los demás. Llegó a ser general del ejército Restaurador antes de los 30 años de edad, y presidente de la República con apenas 37.

Este inmisericorde filisteo llevó al país a la bancarrota, resultado de su equivocada política económica y la corrupción.

El Pacificador de la Patria, como se hacía llamar Lilís, demostró desde temprana edad arrojo, osadía y descaro. Con un brazo paralítico, que se cree fue en un duelo a machete, Heureaux aplastaba todo lo que husmeara a oposición.

Los déspotas siempre cuentan con un grupo de corifeos que les hacen el juego, y este sátrapa igualmente lo tuvo en demasía. De él se escribieron muchos libros alabando su persona y gobiernos. Uno de esos grandes coberos del tirano lo fue el decimero Juan Antonio Alix. Narcisista por antonomasia y pichabrava de profesión, Lilís iba al barbero cada tres días y mantenía un acentuado esmero por su ropa.

Junto a Meriño y Billini, conspiró hasta expulsar del país al insigne maestro Eugenio María de Hostos.
La bestia cayó el miércoles 26 de julio del 1899, a las 4.30 de la tarde, luego de 6 disparos que le destrozaron el corazón.