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Mario Vargas Llosa: el último de los “mohicanos” del boom

Mario Vargas Llosa: el último de los “mohicanos” del boom

Mario Vargas Llosa

Los principales escritores del boom descubrieron tempranamente que vivir y morir en el extranjero era un lujo. Más allá de su lar encontraron su éxito, y allí su último aliento fue entregado. Es de sabios, desear como los escritores del boom, que allí donde se toparon sus obras y sus figuras, con veneración, que allí terminaran reposando sus huesos.

Si se ancla uno en las efemérides o hace un simple repaso nos da ese resultado. No elige uno donde nace, pero sí tiene la opción fabulosa, de elegir donde muere. La mayoría de los precursores del boom, y quienes luminosamente les sucedieron, murió en el extranjero.

El primero en inaugurar ese extraño lujo fue Miguel Ángel Asturias, el hombre de El señor presidente, quien falleció en Madrid en el año 1994. Pero anteriormente, un parisino de alma y prosista de culto, cubano de origen, fallecería en París en el año 1980.

Le siguió ese eterno cronopio, cuya estatura y forma de la escritura, entre el sueño y la metafísica, se hicieron mitológicos, llamado Julio Cortázar, quien falleció en la ciudad de las luces, París (1984).

Otro escritor, quien hizo de la escritura una forma de la ironía, y que manejó con exactitud matemática su prosa, fue Jorge Luis Borges (1986), y falleció en su amada Ginebra, lejos de pampas y gauchos.

Sin embargo, quien rompió con esa tradición de expirar lejos de su terruño, y paradójicamente lo hizo el mismo año en que murió Borges, fue el mexicano Juan Rulfo, quien falleció en su natal México, una tierra a la que supo describir y donde hallar sus más fenomenales muertos y fantasmas (1986).

Juan Carlos Onetti, quien supo más que nadie de sacarle provecho literario a esa combinación pantagruélica de la cama y el whisky y hacer del lenguaje una densidad perpetua, siguió la tradición de morir lejos de su patria. Así que en el año 1994, el hombre de “Juantacadáveres” feneció en Madrid.

Paradójicamente, de los tres últimos escritores fallecidos del boom dos de manera consecutiva lo hicieron en su lugar de origen: José Donoso murió en el año 1996 en Chile y Carlos Fuentes se despidió del lugar de los lectores y de los vivos también en su patria, pero en el 2012.

Y como situación extraña del destino el último que fallecería lejos de su patria, sería el escritor que le dio más lustre a ese fenómeno editorial y de negocios que se llamó “boom”: Gabriel García Márquez. Fallecería en el año 2014 en México, patria que le acogió y donde escribió entre penurias y sueños (entre empeños de joyas y sudores ejemplares), su obra maestra: “Cien años de soledad”.

Vivo del boom queda Mario Vargas Llosa, (último portento y final mohicano) y por ahora, sus ojillos de anciano irreverente no le hacen ningún guiño a la parca. Sabe él que los vientos de la senilidad se alejan, combatiendo cual Quijote, inclinándose a las batallas.

Es de forma incontestable el principal activo del rubro de la derecha. Presta inestimable servicios. Da declaraciones y enfrenta como gallito con quienes él califica (heteróclitamente) tiranos de izquierda. Libro que patentiza el ataque e invasión a Irak. Ataques a candidatos de izquierda. (Rafael Correa, Hugo Chávez, Evo Morales, Andrés Manuel López Obrador. No es extraño que naciera Llosa en la ciudad de Arequipa, cuyo fidelismo por el año 1540 hacia la “Corona Española” era sagrado. La reverencia del escritor de Elogio de la Madrastra está en los genes. ADN del intelectual colonialismo.

Hay algo seguro: Vargas Llosa morirá con las botas puestas y no será en el pobre y depauperado Perú que le espanta, será en Madrid que ama y en compañía de una mujer de quien ha hecho del bótox y del aparecer en revistas de farándulas, una marca del alma. La patria, además de la lengua, es el sitio donde felizmente se vaga y divaga.

Vargas Llosa (1936- ) está vivito, el guión, a la derecha, aún no tiene esos cuatro indeseables numeritos. Batallas que librar contra “la izquierda” le faltan, aunque utilice como compañera a una Sancho Panza desprestigiada: la Keiko y las sombras del fujimorato.

Por: Eloy Alberto Tejera
(Eloyalbert28@hotmail.com)
El autor es escritor.

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