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Mártir

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El obispo nicaragüense Rolando Álvarez merece la solidaridad de todos los gobiernos, partidos y entidades comprometidos con la democracia tras decidir convertirse en mártir antes que renunciar a residir en su país.

Por negarse a tomar un avión junto con 222 presos políticos expulsados a Estados Unidos, la justicia sandinista le impuso 26 años de prisión acusado de traición a la patria.

La traición no es otra que la defensa de las libertades, la condena a la represión y las denuncias sobre las precarias condiciones de vida de las grandes mayorías.

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El dictador Daniel Ortega no podía aceptar sin darle su castigo que el obispo de Matagalpa, una de las piedras en el zapato de su régimen, decidiera permanecer en Nicaragua.

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A Álvarez, quien está recluido en la tenebrosa prisión Modelo, no se le puede abandonar en un momento tan crítico para su propia vida.

El Nacional

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