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Miriam y sus adjuntos

Miriam y sus adjuntos

Luis Pérez Casanova

Las fiestas navideñas relegaron a un segundo plano, a pesar de la trascendencia, la amonestación de la procuradora general de la República, Miriam Germán, a sus adjuntos Yeni Berenice Reynoso y Wilson Camacho a propósito de los casos de corrupción que han fracasado en los tribunales.

Germán pudo reunirse con ambos magistrados para silenciar la alharaca mediática, que por demás no se corresponde con las investigaciones ni las pruebas en los expedientes que se han ventilado ni lo que están en proceso.

Pero recurrió a una carta dirigida a todos los miembros del Ministerio Publico para no solo llamar la atención, sino desmarcarse a la vez del método que se ha utilizado.

No es la primera ocasión que Germán cuestiona de una forma u otra el trabajo de sus hoy adjuntos. Lo hizo cuando era juez de la Suprema Corte de Justicia a raíz de la chapucería del caso Odebrecht, en cuyo investigación participó Camacho, cuando dijo que con las pruebas que sustentaban el expediente, por superficiales, ningún juez que se respetara podía condenar a los imputados. Y a Berenice Reynoso le criticó cuando esta era fiscal del Distrito Nacional que archivara una querella sobre supuestos escándalos de corrupción sin tomarse siquiera la molestia de examinar el contenido del expediente.

La realidad es que se ha hablado más de lo que se ha hecho en la cruzada contra la corrupción, un flagelo que con la designación de una profesional íntegra y competente como Miriam Germán en la Procuraduría General de la República se pensó que sería perseguido con la ley en las manos.

En la operación Antipulpo se aludió a un gran pulpo que nunca apareció, así como tampoco se conoce el curso del escándalo Caracol, relacionado con las supuestas auditorías maquilladas de la Cámara de Cuentas. Y ni siquiera se sabe en qué está el cacarareado caso del exministro de Hacienda, Donald Guerrero. Tal parece que la actual estructura burocrática ha evitado, al cabo de más de dos años de gestión, alcanzar resultados que satisfagan siquiera mínimamente a la opinión pública.

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A diferencia de otros tiempos, en un sistema judicial independiente no se puede ver a los jueces como los culpables de que no se haya logrado condenas si el Ministerio Público no ha aportado elementos para ello. Si en el pasado los jueces tenían que alinearse, hoy, por encima de todo, es diferente. Tal vez no venía al caso, pero tampoco deja de venir, que a los adjuntos se les tuviera que recordar que en la frustratoria cruzada contra la corrupción, frente a la cual se han perdido la esperanza de que se haga justicia, el trabajo de los fiscales no es alimentar el morbo, sino demostrar la culpabilidad de los acusados.