CHICAGO.- Christopher Morel recuerda tocarse la cara con la mano y sentir sangre. Recuerda todos los fragmentos de vidrio a su alrededor. Recuerda a la mujer que rápidamente se quitó la sudadera con capucha, envolviéndola alrededor de su brazo izquierdo para ayudar a cerrar una de sus heridas.

“Recuerdo todo”, dijo Morel, sentado en el banquillo de los Cachorros en una tarde reciente.

Y esos recuerdos, esos destellos de un día que amenazó con acabar con las esperanzas y los sueños de Morel en las grandes ligas, son los que ayudan a definir al jugador que energiza a los Cachorros ahora y se gana a los fanáticos. Un extraño accidente como jugador novato lo ayuda a saborear cada momento que ha seguido. El novato llegó de Doble-A el 17 de mayo y disparó un jonrón en el primer turno al bate de su carrera, saltando alrededor de las bases hacia una multitud que lo adoraba en el Wrigley Field. Ha acumulado bases robadas y extrabases. Ha rebotado entre segunda, campo corto y jardín central (a veces en el mismo día). Y Morel se ha embasado en cada uno de sus primeros 21 juegos de Grandes Ligas.

Y el chico no ha dejado de sonreír.

“Ha sido como una segunda vida para mí”, dijo Morel a través del traductor del equipo de los Cachorros, Will Nadal. “Lo veo como otra oportunidad que Dios me dio, solo para poder salir y vivir mi sueño”.

Unos meses después de firmar con los Cachorros en 2015, Morel estaba en un viaje en autobús de Santo Domingo a Santiago en su natal República Dominicana. Hubo una parada rápida en una cafetería, donde saltó para tomar algo de comida para el resto del viaje.

Todavía dentro, Morel vio que el autobús se preparaba para partir sin él. El chico de 16 años salió corriendo, pero la puerta de vidrio del edificio estaba atascada. En un instante, la puerta cedió y se hizo añicos, causando daños en el brazo izquierdo, la muñeca y el ojo izquierdo de Morel.

“En ese momento, me sentí pesado. Mi cara, pesada. Mis brazos, pesados”, dijo Morel. “Vi sangre por todas partes”.

Morel fue llevado a un hospital local, donde sus padres pudieron reunirse con él después de un par de horas. Los pensamientos sobre el béisbol tendrían que esperar. Por ahora, ver a su familia era lo más importante para Morel.

“Me hizo sentir más fuerte en ese momento”, dijo. “Y que no estaba solo”. Había dudas de que Morel, un chico atlético, fuerte y fibroso con un montón de potencial, sería lo mismo en un diamante. Le tomó tiempo recuperar toda la fuerza en su mano izquierda. Cuando el tiempo en su rehabilitación finalmente lo llevó de regreso a un campo, tratar de atrapar roletazos de guante de revés le emitió recordatorios físicos de la herida en su brazo izquierdo. “No sentí ningún miedo cuando regresé”, dijo Morel. “Pero no mentiré, sentí ciertas cosas que no podía hacer tan bien como antes y en las que tenía que trabajar”.

Morel perdió toda la temporada 2016 en su proceso de rehabilitación, pero hubo un beneficio tras bambalinas. Fue enviado al complejo de los Cachorros en Arizona, donde solía ver a Willson Contreras temprano en la mañana.

Contreras se enteró de la lesión de Morel y se aseguró de controlar al joven prospecto cuando se cruzaran en el complejo.

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