Editorial Opinión

Motociclistas temerarios

Motociclistas temerarios

Con la histórica deficiencia del servicio de transporte que ha arrastrado el país, las motocicletas se han convertido en una alternativa para la población. Hoy se utilizan para trasladar pasajeros, mensajería, delivery y como medio de transporte personal y familiar. Su precio asequible, las facilidades financieras y el rendimiento en el desplazamiento han contribuido a que las motocicletas dominen con alrededor de tres millones de unidades el parque vehicular de República Dominicana.

El gran problema está en la falta de controles para la circulación de motores. De un tiempo a esta parte los motoristas se han convertido en protagonistas de la criminalidad y la delincuencia que ha azotado el país, en los campeones de la violación de las leyes de tránsito y en las principales víctimas de los accidentes viales que tienen a República Dominicana en un deshonroso primer lugar en ese renglón a nivel mundial.

Los accidentes y las tantas violaciones han convertido a los motociclistas en un desafiante problema de seguridad. No es arriesgado afirmar que de los 29 ocupantes de motocicletas que murieron en las festividades navideñas la inmensa mayoría ocurrió por algún tipo de imprudencia de los conductores. Porque estos suelen circular en vía contraria, no respetan señales, túneles ni elevados y en ocasiones ni siquiera llevan el casco protector. Son temerarios.

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Los agentes de la Digesett ni siquiera se molestan en intervenir, aunque los motoristas prácticamente se burlen de ellos cuando desconocen su autoridad en la regulación del tránsito. Los esfuerzos que se han hecho desde el Intrant para identificar a los motoristas a través de códigos han sido insuficientes para fomentar la seguridad ciudadana y garantizar la vida de los propios motociclistas. Aplicar las leyes no es, por si las moscas, iniciar una cacería ni protagonizar abusos.

Es obvio que ha faltado autoridad para evitar que los motoristas se hayan convertido en una plaga. Con los accidentes, además de las vidas que se pierden, se transmite un mensaje que afecta la imagen del país, sobre todo para los visitantes extranjeros. Como se supone que no cuentan con una licencia para vulnerar las leyes, con los motoristas tendrá que actuarse siquiera en aras de la seguridad ciudadana. Es lo que demandan las circunstancias.

El Nacional

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