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Orto-escritura: A propósito de Pedro Henríquez Ureña

Orto-escritura: A propósito de Pedro Henríquez Ureña

Pedro Henríquez Ureña, intelectual dominicano.

El viernes 14 de octubre fue iniciada en la Universidad Autónoma de Santo Domingo la conmemoración de “Un año con Pedro Henríquez Ureña”, para festejar el centenario de la célebre conferencia del insigne maestro, pronunciada en similar fecha de 1922, en la Universidad de La Plata, Argentina. Publicaré por aquí las palabras que habría de pronunciar en aquel evento, en representación de la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña, para las cuales no hubo turno.

Henríquez Ureña es el único intelectual dominicano que ha generado en torno a sí y su obra una especialidad de los estudios humanísticos, así de inmenso ha sido su quehacer, en su paso por Estados Unidos de América, Cuba, México, Argentina y en su propia patria, donde también sembró la semilla del crecimiento a partir del mejoramiento de la educación y el desarrollo del intelecto.

Se entiende, entonces, que el nombre y la obra de Henríquez Ureña no constituyan atractivo para multitudes. No reporto novedad al decir que la muchedumbre maneja su nombre más que su legado intelectual.

Claro, si transitan por la avenida Pedro Henríquez Ureña, de vez en cuando visitan la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña y otros se graduaron o laboran en la Universidad que lleva su nombre. No sé qué nivel de conocimiento tengamos los uasdianos respecto de que el plantel de Humanidades se llama Pedro Henríquez Ureña.

Vale destacar, afortunadamente, que don Pedro es el elemento más aglutinante de la intelectualidad dominicana, caracterizada por la existencia de islas autosuficientes en cada una de las cuales rige el mejor poeta o el mejor narrador o el mejor pensador y ensayista. Si en algo están de acuerdo escritores, académicos y docentes de la República Dominicana es la prevalencia intelectual del segundo hijo de la poetisa Salomé Ureña de Henríquez.

Los pueblos necesitan símbolos, los cuales ejercen un influjo que trasciende lo material y actúan como fuerza unificadora en torno al sentido de identidad, aspiraciones e incluso creencias colectivas. Juan Pablo Duarte y la Virgen de la Altagracia son, a mi modo de ver, las dos insignias más identificadoras de la dominicanidad.

De igual modo, creo que Pedro Henríquez Ureña, en otro sentido, representa el punto equidistante de un círculo reducido de quienes forman la comunidad intelectual, entre la que abundan las disidencias y hasta las inquinas.

Don Pedro trabajó en diferentes áreas de la lingüística, con énfasis en la filología, la rama que investiga la lengua y la cultura a través de la literatura y otras manifestaciones. Pero también se ocupó de los estudios gramaticales, lexicográficos, de la crítica literaria, de la historia y hasta de literatura creativa, pues compuso cuentos y poemas, rama en la que menos se destacó.

Quien les habla anda muy lejos de ser un especialista en Pedro Henríquez Ureña, pues de él soy apenas un lector. Les cuento que en el año 1965 conocí su Gramática castellana, que preparara junto a Amado Alonso, lingüista español, nacionalizado argentino. En mi lejano Miches me iniciaba en el primero del bachillerato en un liceo inexistente, pero que un grupo de jóvenes ilusos recibiría docencia con la esperanza de examinarse como estudiantes libres.

Un hecho simple del que fui testigo, protagonizado por muchachos simples y de un pueblo simple, se aproxima mucho al desconocimiento que ha ocurrido durante largo tiempo en República Dominicana respecto de nuestro más brillante intelectual. Sucede, que un estudiante dijo, para asombro de los otros, que uno de los autores del texto de Gramática era dominicano. No precisó cuál de ellos, pero su información impactó. Continuamos el domingo.