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Pasajeros enlatados: el caos del transporte público en Rio de Janeiro

Pasajeros enlatados: el caos del transporte público en Rio de Janeiro

Por:  Javier TOVAR

 

RïO DE JANEIRO, 08 Feb 2014 (AFP) – En metro, bus o tren suburbano, el caos es el mismo: llegar o salir de los suburbios pobres de Rio de Janeiro es una pesadilla que se extiende por horas en unidades incómodas, desbordadas y sobre todo, calientes. Y a partir de este sábado… más caras. Ya comenzó a regir un aumento del pasaje de bus de 9%, a tres reales (USD 1,25), que fue rechazado contundendentemente en una manifestación que el jueves pasado terminó en violentos enfrentamientos con la policía.

Con paso lento, Rodrigo Cortez (27) recoge sus cosas en su oficina en el centro de Rio de Janeiro. Le espera un calvario que incluye metro, tren suburbano y bus. Vive en Praça Seca (Plaza Seca), un barrio de clase trabajadora ubicado en la zona oeste, a 24 km de Rio. El recorrido es de mínimo una hora y media. Tiene auto, pero entre combustible y estacionamiento “trabajaría solo para trasladarme a la oficina”, dice a la AFP. Además le llevaría el mismo tiempo por los embotellamientos en las autopistas. Respira profundo y comienza su viaje.

Metro 

Es plena hora pico y en el andén no cabe un alma. Todos van a la Central, la mayor estación ferroviaria de Rio, en la que se toman los trenes suburbanos hacia los barrios más humildes de la ciudad. Rodrigo deja pasar uno, dos y en el tercer metro, que espera por delante de la línea amarilla de seguridad, logra entrar. Es la primera “lata de sardinas”, como se quejan los pasajeros. “Para no tener este metro así tendría que salir a las 10 de la noche. Vamos como sardinas en lata”, se queja por su parte Fabiely Lima (28) entre los empujones que recibe en la plataforma. Como Rodrigo, vive este calvario todos los días. En el tren, no hace falta tomarse del tubo para no caer. La gente se amortigua mutuamente. En Central salen expulsadas cientos de personas, que con paso acelerado se dirigen a los trenes suburbanos. El viaje no va ni por la mitad. En el metro, Rodrigo pagó 3,20 reales (USD 1,33).

Tren

Un hormigueo de gente toma las escaleras y se desplaza a los torniquetes del Supervía, el tren que va a los suburbios, que sale de la estación Central do Brasil. Es la misma estación invadida el jueves por unos mil manifestantes que lanzaban piedras y bengalas contra la policía, que a su vez respondía con gases lacrimógenos, en una violenta protesta contra el aumento del pasaje. Bajo el grito vencedor “¡la estación es libre!”, los manifestantes lograron que mucha gente viajara gratis. Ese día igual Renato Morais (35) llegó a casa después de las 11 de la noche. Buscó otra estación para tomar el tren, pero el caos lo mantuvo preso en el centro de Rio. El boleto cuesta 2,99 reales (USD 1,24), aunque si se tiene un boleto especial que integra metro con tren queda en 1,75.

“El gobierno se olvidó de los pobres, sólo se preocupó en hacer estadios. Quiero ver si los turistas del Mundial van a tomar este tren” que deja atrás las maravillosas postales de Rio de Janeiro, lanza Humberto Luiz (27), que vive en Realengo, a unos 38 km. Un tren color rosa mate espera en la plataforma. No tiene aire acondicionado y las luces, intermitentes, se prenden y apagan. Todos están con la cara larga, en silencio, ansiosos por llegar.

Bus 

Falta menos para Rodrigo. Veinte minutos en bus y estará en casa. Pese a que los termómetros superan fácilmente los 40ºC, la mayoría de los buses en Rio no tienen aire acondicionado, y los pasajeros llevan las camisas empapadas en sudor. Una reciente ley ordena su instalación, pero las empresas aseguran que sólo la cumplirán tras el alza del boleto. Los suburbios son muchas veces la única opción para vivir cerca de la ciudad, sin pagar precios astrónomicos. Para Rodrigo, Humberto, Renato y Fabiely, vivir en los barrios ricos de Rio, como Ipanema o Copacabana, es “imposible” por los precios “surreales”. Rodrigo tolera por ello sus tres horas diarias de transporte público.

En junio, masivas protestas por la pésima calidad del transporte -entre otras reivindicaciones- que coincidieron con la Copa Confederaciones lograron que las autoridades anularan el aumento del pasaje. Pero ahora no parece haber marcha atrás. En total, ir y volver de casa al trabajo costará a Rodrigo 16 reales, casi siete dólares. AFP

El Nacional

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