Haití no aguarda un minuto más sin que la comunidad internacional haga lo que tenga que hacer para afrontar la gravísima crisis institucional, social, económica, sanitaria, de inseguridad y humanitaria que coloca a ese conglomerado al borde de la disolución política y al padecimiento de una hambruna catastrófica.
Aun con la premura que urge para auxiliar a ese pobre pueblo, sometido por tanto tiempo al escarnio de la indiferencia foránea, es imprescindible que la Organización de Naciones Unidas (ONU) cumpla y haga cumplir las normativas del derecho internacional ante cualquier forma de intervención militar. El abordaje a la crisis haitiana se inicia con enfrentar a las bandas armadas que mantienen control sobre territorios e instalaciones estratégicas como depósitos de combustibles, centros productivos o de abasto, vías de acceso a la capital, además obligar al cierre de escuelas y hospitales.
La receta militar, solicitada por el gobierno haitiano, es apenas un disuasivo que solo tendría efecto de calmante sobre una anatomía poblacional que padece tipos de enfermedades catastróficas asociadas al hambre, marginalidad y explotación social y económica en todos los órdenes.
El auxilio a Haití no debería centrarse en una eventual intervención militar, aunque se tipifique como imprescindible, sino también con la promoción del diálogo político, ejecución inmediata de programas sanitarios, de reactivación económica, generación de empleo y rescate del medio ambiente.
No debería olvidarse que el repentino interés de metrópolis occidentales por Haití sobrevino después que China solicitó y obtuvo del Consejo de Seguridad de la ONU abordar la situación haitiana en una sesión de consulta y luego a puertas cerradas, lo que no se logró en la Cumbre de las Américas.
En momentos definitorios sobre la suerte de su atribulado vecino, República Dominicana debería perfilar su discurso diplomático y político en la urgente necesidad de que la comunidad internacional aplique una receta de múltiple alcance y no solo el brebaje de la intervención militar.
Pase lo que pase en Haití, el gobierno dominicano ha establecido con meridiana claridad que no formará parte de una solución unilateral a la crisis, no aceptará campamentos de refugiados ni flexibilizará su política migratoria y que, en cambio reforzará la seguridad de la frontera y mantendrá siempre un espíritu de solidaridad con el vecino. Ni más ni menos.