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PISA y sus resultados

PISA y sus resultados

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Cuando regresé al país, en los tempranos ochenta, Mechy Hernández dirigía un pos-grado para directores y directoras regionales de educación. Lo primero que hizo fue proponerme que impartiera un curso sobre la educación dominicana y le dije que ella sabía perfectamente que, recién llegada de USA y con una maestría en educación de Columbia en diseño de programas educativos, yo no sabía absolutamente nada de educación dominicana.

Su respuesta es un ejemplo de su sabiduría y experiencia ya que me dijo: Precisamente porque no sabes nada de educación dominicana es que te estoy asignando la materia.

Demás está decir que el curso fue para mí, no solo para el estudiantado y que tuve que estudiar muchísimo para poder armar las clases. Y las armé como me enseñaron a mí en la universidad, con lecturas comparadas y contradictorias que obligaran a pensar. En ese sentido por ejemplo, no solo se leía a Nasiff, sino también a Ivelisse Pratts y la pregunta era, al final de la lectura: ¿Que piensa usted de lo que plantean ambos autores?.

La mayoría de los alumnos, directores regionales, no sabía leer. Literalmente decían fulano piensa esto y sutana aquello, copiado del libro, pero no podían ni sintetizar lo que planteaba cada uno, ni mucho menos escribir lo que pensaban. Demás esta decir que en esos trabajos abundaban las faltas ortográficas y la organización mas elemental.

Estaban escritos a mano, con lápiz, o tinta roja y en papel carta. Cuando les reclamaba que estaban en INTEC en un posgrado me decían que no tenían máquinas de escribir, y que no había luz cuando regresaban a sus casas. Eran todos víctimas de la pobreza extrema y ya era un problema para ellos el vestirse decentemente para asistir a la universidad.

Esa es una realidad que no se toma en cuenta cuando se habla de resultados académicos en pruebas como PISA.
Ninguno había recibido un sabático, año que se otorga cada cierto tiempo para la investigación y publicación, porque un docente que no lee ni investiga apenas repite lo que le enseñaron y generalmente de memoria.

Tampoco conocían un método elemental de introducirse al estudiantado y despertar su interés en la materia a impartir. En ese sentido, nadie les había enseñado la importancia de la organización del espacio en las aulas, de establecer una relación de afecto con los estudiantes, de identificar áreas de interés común, de reconocer a los más avanzados para que fueran facilitadores, de entenderse como facilitadores del conocimiento, no pontífices, de no asumir que por ser maestros ya el estudiantado les va reconocer.

Esta falta de pedagogía de la enseñanza, es nuestro dominicano talón de Aquiles.

El Nacional

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