Catalejo

Poder, obsesión y soledad

Poder, obsesión y soledad

Anulfo Mateo Pérez

Cuando el ejercicio o la lucha por el Poder cruza la línea que limita lo racional de lo absurdo, se convierte en patológico y esa persona se concentra sólo en la política; si logra la condición de Primer Mandatario de la nación, su salud mental dependerá de su equilibrio emocional y armonía con la realidad.

El Poder puede convertirse en una obsesión de concentrarlo todo en sus manos, pone “oídos sordos” hasta de sus más cercanos colaboradores, amigos y en otros casos a las críticas de sus adversarios.

En ocasiones, el Poder opera como una droga que pretende llenar un vacío emocional, suturar una herida psíquica o compensar un cierto desequilibrio, lo que hace que el político se aferre a la “silla de alfileres”.

En estos casos el individuo se obsesiona con mantenerse, “contra vientos y mareas”, como el Primer Ejecutivo del país de que se trate; lo hace con más desesperación, y es frecuente que se “desmorone” al perderlo.

Es común que esa pérdida del Poder provoque una crisis importante en el exjefe de Estado y va a depender del equilibrio personal del político, de su armonía interior y de sus relaciones sociales.

También dependerá de su preparación para las derrotas y del lugar que ocupaba el Poder en su psiquis, del sentimiento de soledad que deja el vacío de Poder en su interior y del tipo de relaciones con los demás.

Esas condiciones pueden agravarse y estallar en crisis cuando sus más “fieles colaboradores” se alejan o le traicionan y la soledad del Poder se convierte en el trance desolador que precede al “acorralamiento”.

La soledad del Poder se hace más ostensible el día en que advierte al expresidente, que ya no puede hacer lo que le da la gana y choca con la realidad que el “soberano” no es él, sino el pueblo y nadie más.